Ayer se celebró en gran parte del mundo el Día del Orgullo LGBTIQA+, donde la comunidad visibiliza sus demandas, como así también los logros alcanzados.
Por Manu Abuela
Un 28 de junio de 1969 los gays, lesbianas, travestis y bisexuales que frecuentaban el bar Stonewall Inn, del barrio Greenwich Village de Nueva York, se cansaron de los atropellos que ejercían las fuerzas de seguridad sobre elles y decidieron resistir, con palos, botellas, piedras. Juntos.
Es que, además del peso de la moral cristiana que recaía sobre ellos, “pecadores”, giraba en torno a todo un sistema legal hostil, que los patologizaba y criminalizaba a la vez. Regían leyes, llamadas “de sodomía”, que penalizaban las relaciones sexoafectivas consentidas entre personas del mismo sexo, tildándolas como “sexo psicopático”. ¿Qué implicaba la utilización de este término? Que la homosexualidad era vista como una enfermedad mental y, entrando en esta lógica, si hay una dolencia lo más probable es que también exista una “cura”. Y así, desde la psicología hasta la religión, miles de personas fueron sometidas a métodos que podrían cataolarse como tortuosos, incluyendo electrochoques, lobotomías, tratamientos vomitivos, inyección de testosterona, exorcismos o campamentos de “conversión”.
De hecho, tuvo que pasar mucha agua debajo del puente, o mejor dicho muchas muertes y vidas totalmente arruinadas e infelices, para que recién en 1990 la Organización Mundial de la Salud quitara a la homosexualidad de su listado de enfermedades.
Por eso, aquel día los protagonistas de Stonwall dieron batalla, porque estaban cansades de ser tratades como enfermos, como pecadores o como criminales. Por eso, la fecha escogida para gritar “¡love is love!” no es azarosa, sino que rememora aquella lucha y la hace carne, actualizando año a año sus reclamos. Aunque el sistema heteropatriarcal aún quiera instalar a las disidencias sexuales como aquellas que se salen de la norma y no merecen derechos, el colectivo orgulloso de su historia, presente y porvenir, le responde en la calle.
En Argentina
En nuestro país, el colectivo LBGTIQA+ también padeció una etapa de mucha represión, censura, persecusión y muerte: la última dictadura cívico-militar de 1976. La Junta militar, en su afán de restablecer la moral cristiana y el orden cis heteropatriarcal que “el comunismo resquebrajaba”, se encarceló de forma ilegal y se asesinó a muchas personas gay, lesbianas y trans por su identidad de género, sin otra razón. Sus cuerpos y vivencias los “desafiaban”, y por eso debían ser también exterminades. Más de 400 personas miembres de la comunidad aún se encuentran desaparecides.
Una personalidad fundamental en la denuncia y exposición mediática de este número de desaparecides, además de difundir los reclamos del colectivo y romper con el estigma social que recaía sobre quienes declaraban abiertamente su identidad de género fue Carlos Jauregui.
Jauregui fue el fundador y primer presidente de la Comunidad Homosexual Argentina, en 1884, lo que le costó su puesto de profesor. También encabezó la primera marcha del orgullo en 1991, donde muchos de los asistentes fueron con caretas o máscaras por temor a ser reconocidos y que eso se lleve la aceptación de sus familias, amigues y hasta su trabajo.
Recién en 1993 se creó la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros Argentina (ATTTA ), para darle batalla en los medios de comunicación y en el territorio a una búsqueda de la igualación en materia de derechos, hacia una formalización de su trabajo, accesos a la educación, a la salud, para aumentar tanto su esperanza como su la calidad de vida.
En el nuevo milenio, y acercándonos a la fecha actual, podemos mencionar que nuestro país se tornó de avanzada en relación a los derechos que promulgó para el colectivo. Empezando por el de matrimonio igualitario en 2010, siguiendo por la ley de identidad de género en 2012 (en mayo se cumplieron 10 años) y el año pasado, con la sanción del cup laboral travesti-trans.
“En el orígen de nuestra lucha está el deseo de todas las libertades”, dijo Jáuregui, expresando que una sociedad sin oprimidos nos hace una sociedad mejor.
Eduardo Herrera: promotor de la Red de Acompañantes LGBTIQA+ en la región
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