Fue el goleador del Williams Kemmis de Las Rosas, campeón en la Liga Cañadense después de 33 años.
Por Pablo Amadei
Hay dos cosas que Emanuel Alejandro Fassi no pierde por nada del mundo. La fe y la sonrisa dibujada en su rostro. Con 31 años, el goleador nacido en La Pelada, Santa Fe, el 11 de junio de 1991 vive un momento dulce y sabe que hay que aprovecharlo. Campeón con el Williams Kemmis de Las Rosas, con tan solo seis meses en el club ya dejó una huella que será difícil de borrar
El “Mono”, como lo conocen todos, es hijo único de un matrimonio formado por un trabajador rural y una docente. Emanuel heredó de su viejo no solo el apodo sino la pasión por el futbol y la posición en la cancha. Fassi padre, el primer “mono”, también fue delantero y prometía bastante, según cuentan. Pero estando en Colón, tuvo que volver al pueblo a hacerse cargo del campo luego de la muerte de su padre.
Así fue como Emanuel, al que de chico todos llamaban “Monito”, empezó con sus primeros pases con la redonda a los 3 años en el equipo de su pueblo, Independiente. Siempre acompañado por su familia, siguió las inferiores en el pueblo de al lado, en Unión de Santo Domingo hasta que a los 13 años se fue a Colón de Santa Fe. Pudo haber sido Unión, que lo vio primero, pero “mi viejo no quiso porque era hincha de Colón”. La cuestión es que 6 meses después apareció el sabalero y ahí no hubo dudas.
De aquellos años en la capital provincial, recuerda la dureza de los primeros meses cuando vivía en un departamento con otros tres chicos y se quería volver al pueblo. “No quería saber nada con la ciudad. Tenía un cagazo bárbaro. De un pueblito de 1500 habitantes a saltar a Santa Fe, fue fuerte”.
Apenas se acomodó supo que el sacrificio valía la pena. En Colón jugaba por la punta izquierda o como volante “porque me parece que no me tenían fe por la estatura como delantero”. En su segundo año en la capital provincial se empezó a entusiasmar y cuando a los 16 años llegó a la reserva ya no quería moverse de Santa Fe. Luego de cuatro años esperando la oportunidad de llegar a la Primera, estuvo cerca en la pretemporada del 2010 cuando el “Turco” Mohamed era el técnico. Jugó un par de amistosos pero ningún partido oficial.
Sin embargo, un par de meses después, la taba de la vida caería de “culo”. Le faltaban seis meses para quedar libre, en reserva no tenía lugar y se quiso ir. “Pensé que por lo menos me iba a salir algo en el Nacional B por haber jugado en la reserva, pero como no tenía representante se me complico. Así que enganché en lo que era el Federal B”, explicó.
Comenzaría así un periplo que lo llevaría por Independiente de Chivilcoy, Racing de Olavarría, Comercio de Santa Silvina, San Martin de Burzaco y Viale FC. Siempre con la fe intacta, soñando con tener un buen torneo en cada lugar donde llegaba. “Nunca pensé en tirar todo. Tenía el chip en que yo quería escalar y, si hacia las cosas bien en este club, me iba a salir algo mejor”.
Como la vida misma, el fútbol le trajo momentos buenos y de los otros. Como en San Martín de Burzaco, donde estuvo 5 meses sin cobrar y viviendo en una pensión con jornaleros, oficinista, obreros, gente que no tenía nada que ver con el fútbol. O en Olavarría, donde la barra del club terminó pagándole el sueldo a los jugadores organizando rifas y polladas.
Hasta que a los 28 años se dio cuenta de que estaba grande para seguir apostando y decidió regresar a Santa Fe. Un paso breve por La Pelada para ser campeón con el Independiente de su pueblo y luego Colón y Sanjustino, ambos de San Justo. “Al primer club en San Justo fui solo, tres veces por semana. A veces no tenía el auto y me tocaba ir en colectivo, 100 kilómetros. Mis amigos me decían vos estás loco, hacer esa vida para jugar en un club de liga. Pero a mí esto me gusta, siempre le metí al 100 por ciento. Esto es como un cable a tierra para mí. Me han tocado días de lluvia, de tormenta donde se te movía el auto en la ruta y nunca fallé. Ese chip lo quiero mantener hasta que deje de jugar”.
A esa altura, además del futbol Fassi tenía otros dos trabajos. Por la mañana administrativo con una contadora y por la tarde peluquero, profesión que aprendió en su paso por Olavarría y que le permitió tener su propio local en Santa Fe: Pancho Jr. “Nunca me bajonee ni tiré la toalla y hasta ahora me pongo a pensar que todavía puedo y yo se que si se da, va a ser complicado porque hoy tengo dos laburos pero las ganas siempre están”, se ilusiona.
Su llegada a la Cañadense
Si bien en la Liga Santafesina, Fassi estaba bien referenciado como un goleador de raza, en el radar de la Liga Cañadense era prácticamente un absoluto desconocido. En principio porque su llegada estaba un poco “a contramano” del mercado habitual de pases, más acostumbrado a mirar para Rosario y el sur que para los lados de la capital provincial. Al delantero lo conocía el entrenador del Kemmis, Pablo Franquelli, quien ya lo había buscado un par de años atrás para jugar en Villa Eloísa. “Me había recomendado un delantero que había jugado conmigo en la reserva de Colón que era Alexis Canario y que jugaba en Villa. Franquelli me decía venite para acá que la Liga es muy buena, es mejor que los Federales, te van a pagar bien. Pero miré que tenía que hacer 230 kilómetros para jugar y era muy lejos. Estaba bien en San Justo y dije que no”.
Sin embargo, a principios de este año la situación fue distinta. Su vínculo con Sanjustino se había terminado y el delantero tenía ganas de cambiar de aire. Mientras tanto, Pablo Franquelli era anunciado como entrenador del Kemmis y comenzaba a armar el equipo. “Lo tenía de amigo en las redes sociales y me invitó a ir a Las Rosas, me decía que estaba la posibilidad de que jugara Leo Ponzio y decidí ir. Estando en el Kemmis me empezaron a llamar de otras ligas y me sorprendió porque yo no había tirado hilos ni nada. Pero le había dado la palabra a Pablo. Y la verdad que no me arrepiento”.
Fassi confiesa que tuvo que googlear Las Rosas y Williams Kemmis para saber adónde iba. “Cuando llegué me pareció un club bárbaro, y escuchaba a los chicos que me decían que ellos la peleaban mucho porque todos los equipos traían muchos refuerzos. El primer día que llegué todos me hicieron sentir re cómodo y me fui contento, estaba con ganas de jugar. Lo conocí a Leo Ponzio con toda su humildad, me hizo entrar al grupo y gracias a Dios me salieron bien las cosas. Hace sólo seis meses y parece que hace un montonazo que estoy con estos chicos”.
Allá por fines de enero, en su primer amistoso con el Kemmis, convirtió un gol para empezar a mostrar credenciales. Y de ahí en adelante no paró. Con el comienzo del campeonato, las redes de la liga conocieron a este delantero escurridizo que muchas veces no necesita estar cerca del arco para convertir. Y que, además, es buen asistidor y sacrificado para la marca cuando la ocasión lo requiere. Fueron 14 goles en total para marcar el camino de un campeonato con el que todos empezaron a ilusionarse a medida que avanzaban los meses. Hasta que llegó la explosión contenida durante 33 años ese domingo 31 de julio que quedará en la memoria eterna de los hinchas. “Empezas a caer que quedaste en la historia del club. Ver toda esa gente te emocionaba, la caravana, los festejos. Me habían dicho que el hincha del Kemmis era así pero no me imaginaba tanto. Mis amigos de Santa Fe se sorprenden cuando le mostrás los videos de la gente”.
Hoy se permite disfrutar cada momento con su esposa, a la que conoció en Santa Fe y que lo acompañó en varias de sus excursiones por el fútbol del interior, y la pequeña Delfina, su hija de tres años. Cada vez que pudieron, las dos lo acompañaron a Las Rosas, y por supuesto celebraron juntos en esa noche interminable del campeonato verdinegro. “Por ahí no estoy nunca en casa entre los dos trabajos y el futbol que es un trabajo más. Trato de buscarle la vuelta para estar en casa. Ellas saben que es una carrera corta y mientras me sigan bancando voy a ser feliz”, se sinceró.
Reconoció que la ficha por el campeonato ganado caerá con el paso del tiempo y recordó el día en que fue “a una cena de campeones del equipo donde jugaba mi papá y emocionarme de que él tenga un trofeo. No quiero imaginarme cuando dentro de unos años recuerden este título que ganamos”.Mientras tanto, sabe que hay otro torneo en marcha y que las ilusiones se renuevan. Porque si fue posible salir campeón después de tres décadas, qué sería cerrar el año con otro título. “Siempre tenés que hacer todo lo posible, no tirar la toalla nunca, y si las cosas no se dan por lo menos tenés la tranquilidad de que hiciste todo”. Lo dice Emanuel Alejandro Fassi, el hombre que por nada del mundo pierde la fe y la sonrisa dibujada en su rostro.