Por Natalia Milocco
Algo lo sacudió de atrás y el cordón de la vereda se le torció un poco. No hizo tiempo de mirar que ya estaba en el piso, escuchaba gritos, insultos. Uno vino y lo pateó para que se levante. Cuando logró estar de pie, escucho algo como a ver si sos tan macho, puto, y no llegó a verle la cara, solo una remera blanca, no recuerda si tenía algo dibujado, solo vio algo blanco y unas manos apenas más oscuras sobre su pecho que otra vez lo empujaban para atrás. A ver si te la bancas puto le dijo y sintió como una piedra en la cara, perdió el equilibrio y cayó otra vez al suelo.
Gente que gritaba. Las luces amarillas parecían estar fuera de foco. Puto, puto de mierda y sintió la saliva de la letra p en su cara. Vas a ver, te vamos a romper el orto tanto que te gusta. Uno lo levantó del piso solo para pegarle otra piña, y otra más, pam, pam, como un video-juego la cabeza iba de un lado a otro, pero acá podía ver como la sangre corría por la cara, verla y sentirla en las manos, algunos dicen que la sangre tiene olor a vino, otros dicen que la sangre solo tiene olor a sangre, y la cara se iba volviendo toda hinchada como un monstruo. Uno dijo algo de lo impresionante que es como alguien puede deformarse tanto hasta casi no conocerlo, otro dijo que no lo estaban deformando que en todo caso lo estaban corrigiendo, a alguno le hizo gracia el chiste.
La gente corría para ver lo que pasaba, porque la gente en los pueblos va detrás de las piñas igual que van detrás del camión de bomberos. En el boliche se corrió enseguida el rumor que le andaban pegando a uno por puto. Cuando las primas escucharon salieron corriendo pensando en Marquito, porque, aunque ya se sabía que no le gustaba ese diminutivo, todavía no se había nacido como Paul. Quizás fue ese el día, en donde se abrió eso que volvió necesario hacer doble su existencia. Salieron corriendo a rescatar a Paul o Marquito, o Tito como le decían todos. Vieron una montonera de gente y al “Animal”, el verdugo del equipo de fútbol, el mejor amigo del Paul, dándole masa a un pibito en el piso. Del otro lado de la calle estaba el Paul, que todavía era Marquito, con la “patynesa” en la boca, congelado, viendo como su mejor amigo le decía puto a otro y le rompía la cara hasta dejarlo casi desmayado.
Hubo un instante en donde parecía estar iluminado por un cenital, solo luz sobre él, la gente formando un círculo y más allá solo oscuridad. La calle se fue transformando en un escenario, ahora que lo pienso y lo escribo, se parecía más a la arena del coliseo. Seguro sintió la fuerza de la mirada del público, y agarrando al pibe de la remera casi desmayado, con la cabeza que caía para atrás; nadie sabía si todavía estaba vivo, ese instante en donde la diferencia entre vida y muerte no es gran cosa, así estaban todos, hipnotizados por la escena. Seducidos por atesorar el momento donde esos 21 gramos que pesa la vida o el alma, según la película, que para el caso es lo mismo, pesa tan poco. Seducidos por la posibilidad de ver como esos gramos así sin más, podía irse en un aliento. Si estaba vivo seguro se hacía el muerto, como los perros ofrecía el cuello. Y el Animal seguro sitió la fuerza de la mirada del público, miró a la gente, los miró a todos sin mirar a nadie, y les dio lo que querían: show, show y más show, todos quieren show. Con los ojos tan rojos como sus manos, y mirando a todos, pero sin mirar a nadie, largó algo que sonó como una sentencia: esto es lo que les pasa a los putos, por putos. Cuando llegó la policía tuvieron que tenerlo entre cuatro y meterlo como si fuera ganado en la chata del móvil.
Del otro lado de la calle estaba Marcos, Marquito o Tito, viendo como su amigo reventaba a un pibe por puto, después de haber entrado en su pieza sin avisar y verlo apretando con uno de los gringos del campo de al lado. Después de eso todo fue silencio y distancia, hasta esa noche. El Animal, reventó a un pibe por puto, delante de sus ojos, como un acto de brutalidad dedicado. Nunca había escuchado tantas veces la palabra puto, y la p retumbando por las calles, soltando saliva y sangre.
Un puto tirado y otro mirando. Los dos eran él.
Quedó solo en la calle siendo dos. Tirado, aplastado, golpeado, inmóvil, como en tercera persona, sin una gota de sangre. Solo, con esa palabra en la cabeza, con esa letra que sonaba a una explosión. Armó una lista, quizás fue la primera:
P de puto,
de puño,
bien arriba,
de puerco,
pellejo,
pendejo,
púrpura,
pus,
pull,
swimming pull,
pez,
piel.
P de pu – to.
Put on.
Ponerse puto,
bien puto,
como el puño, bien arriba.
Solo fue una idea,
o una lista,
en la cabeza.
Algo lo sacudió de atrás, y el cordón de la vereda se torció, un poco.