El joven Daniel Bogado finalizó segundo en el Mundial que se hizo en Francia en la modalidad individual y por pareja
Por Pablo Amadei
Daniel Bogado nació en Armstrong un 17 de mayo hace 18 años y ya tiene sus primeras dos medallas mundiales colgadas en su pecho. Viene de ser subcampeón mundial juvenil de bochas en individual y por pareja en el reciente campeonato que se desarrolló en la ciudad francesa de Montbrison, entre el 25 al 29 de octubre.
Para entender cómo un chico se engancha con las bochas, una actividad que en la zona tiene cada vez menos adeptos, hay que buscarlo en el ADN familiar. “Mi familia jugó siempre y de chiquito estuve todo el tiempo en una cancha de bochas. Mi papá y mi hermano mayor siempre jugaron a las bochas, siempre fui con ellos y ahí empezó a gustarme”.
Uno se imagina, entonces, a un chiquilín e inquieto Daniel de la mano de papá Juan Oscar, entremezclándose entre los grandes cada fin de semana y queriendo hacer rodar esas pesadas bochas con sus pequeñas manos. Y si bien Daniel, el menor de cinco hermanos, probó un corto tiempo con el fútbol, como hacen casi todos los chicos de nuestros pueblos en algún momento, no le gustó. Lo suyo estaba claro desde el comienzo: eran las bochas.
Era inevitable que en algún momento Bogado se arrimara a unos de los clubes de Armstrong y así fue como se inició en Huracán cuando tenía 9 años. Pasó luego por Barraca, Talleres de Cañada de Gómez y su actual club, Empalme Central de Villa Constitución. Como había pocos torneos infantiles en la zona por falta de chicos, prácticamente se curtió jugando con los grandes desde sus comienzos.
Si no había torneos, no faltaba la oportunidad de prenderse junto a hermano mayor o su padre, que nunca jugó en clubes, en los tradicionales campeonatos de campito que no faltan en ningún pueblo de la zona. “Nunca jugué en contra con mi viejo, siempre de compañero. Con mi hermano sí, siempre estaban las cargadas y se jugaron a muerte esos partidos”, contó.
Muchas veces, para jugar contra chicos de su edad había que esperar los campeonatos provinciales o los argentinos. Justamente, la puerta para estar en el Mundial se le abrió después de haber ganado el campeonato argentino Sub-18 que se disputó en agosto pasado en la santiagueña ciudad de Selva, donde venció curiosamente, a quien sería su compañero de equipo durante el mundial. Hasta ahí Bogado tenía como mejores antecedentes un par de subcampeonatos provinciales.
Este campeonato argentino, sirvió para que lo preseleccionaran junto a otros seis jugadores más. Varios entrenamientos realizados durante dos meses durante los fines de semana bajo la atenta mirada del entrenador Germán Kalbermatten, sirvieron para que finalmente fueran elegidos él y Pablo Kalbermatten para representar a Argentina.
La noticia
De aquel momento en que le dijeron que sería uno de los jugadores que estarían en el Mundial recuerda que se le pasaron sensaciones indescriptibles por la cabeza. “Sentí muchas cosas que son difíciles de explicar. No es fácil llegar a esto y además creo que como cualquier deportista de chiquito soñás con jugar en la selección”.
El viaje al Mundial suponía un gran desafío. Primer viaje al exterior, primera vez que jugaría en pareja con su flamante compañero, oriundo de un pequeño pueblito del norte provincial, Colonia Rosa, y como él de sangre familiar bochófila. “Me siento más cómodo jugando individual, pero en pareja si hay buena conexión con tu compañero es muy lindo. Y la verdad que tuvimos un buen campeonato juntos”, confesó.
Pero también estaba el hecho de que el Mundial se jugaba en una modalidad que se denomina Zerbin, que difiere de la que se juega en Argentina, aunque es la que se disputa habitualmente a nivel internacional. Si bien las reglas son las mismas, la cancha tiene más metros, no tienen laterales ni frontón, directamente son líneas y si la bocha sale de esa línea se va fuera de la cancha, entonces el partido termina generalmente con menos bochas que las que iniciaron el juego. La otra gran diferencia es que se utiliza una bocha de bronce que adentro está rellena con banditas elásticas o con resortes y que es más chica y pesada que las que habitualmente se usan en nuestro país. Si bien en individual se juega con cuatro bochas por jugador, en parejas se juega con tres bochas por jugador.
El Mundial
Si jugar un torneo donde uno va a estar mano a mano contra las potencias del deporte supone un gran desgaste, el hecho de ir con una delegación reducida aumentaba el agotamiento. Porque el Mundial no era solo el campeonato individual y de dobles sino también competencias de tiro progresivo, tiro rápido doble y tiro de precisión. “Las potencias llevaban un jugador para cada modalidad y nosotros éramos solamente dos. Uno participaba en tres competencias y otro en cuatro. Entonces el cuerpo llega más cansado. Imaginate que arrancábamos a las 8 de la mañana y seguíamos hasta las 11 de la noche para volver al hotel y dormir porque al día siguiente había que volver a competir”, describió.
Fueron cuatro días de mucha intensidad y pese a este contratiempo, en ninguna de las competencias los chicos bajaron de cuartos de final. Por su parte, en el torneo individual arrancó perdiendo contra Francia y después venció a Mónaco y Eslovaquia para clasificar a cuartos donde venció a Montenegro. En las semifinales le ganó a Croacia y en la final volvió a perder con Francia. “Era para que gane yo, pero como uno no se entiende con el idioma, medio que nos cagaron en los últimos puntos”, dice masticando bronca todavía.
En parejas, en tanto, le ganaron en el grupo a Túnez y Turquía, en cuartos de final a Mónaco, en semifinal Italia y la final volvieron a perder contra Francia.
Recibimiento
El regreso a casa fue a pura emoción, acaso de manera impensada para él. El primer acercamiento a lo que había logrado lo tuvo cuando llegó a Villa Constitución, la ciudad del club donde está jugando actualmente. “Venia durmiendo y me despertaron y había un montón de gente. Fue impresionante”, recordó. Después sería el turno de su ciudad, Armstrong, donde una larga caravana de autos lo esperaba para recibirlo como un héroe.
Ahora queda volver al colegio para intentar pasar a quinto año con un par de materias que lo tienen a maltraer. “Vengo más o menos con las notas y con el tema de las faltas que tengo por los viajes que hice para estar en la selección. Voy a tener que mostrarles las medallas a algunos profesores para ver si me aprueban”, bromeó.
Y por supuesto, a seguir jugando cada fin de semana arrancando bien temprano en alguna cancha, soñando por qué no, con que el pecho algún día no alcance para colgar tantas medallas.