Por Miguel “Tucu” Medina
Llegamos a Santiago del Estero en la mañana de un día cualquiera y preguntamos a un señor sentado bajo la sombra de una brea qué podíamos hacer para conocer el corazón de la ciudad más antigua del país. Nos indicó que lleguemos hasta el Mercado Armonía: “Por ese lugar pasa toda la historia de Santiago”, nos dijo.
Seguimos su recomendación y salimos hacia el sitio indicado. Allí se ofrece la producción fresca de la gente de campo y frecuentan sus pasillos santiagueños de todas las edades y de todos los rincones de la provincia.
Al ingresar nos sorprendió un puesto de condimentos tan colorido y variado como el origen de los turistas que lo recorrían para conocer la esencia de la cuna de la chacarera. En clave de gastronomía más destacada resaltaba la oferta de los manjares autóctonos como guisos, tamales y cabritos asados.
Al mediodía cumplimos el ritual que nos recomendaron al llegar: degustar el clásico e inolvidable sándwich de milanesa sentados, tablón de por medio, del lugar en el que se podía apreciar cada paso de la elaboración, que acompañamos con una Secco, la gaseosa llamada “el champagne santiagueño”.
A nuestro lado, como frutilla del postre, se sentó don Jorge Heriberto, un santiagueño de raíces muy profundas que nos enriqueció con relatos de una vida transitada con marcas de un lugar árido y sencillo.
“¿Hace mucho que viene al mercado?, pregunté. Con palabras pensadas y tranquilas nos respondió: “con Teresa, mi esposa, veníamos porque hace muchos años no eran tanto los atractivos en esta provincia y una salida al mercado era un ritual de felicidad. Mis hermanos, Luis y Simión, me acompañaban en mi juventud y éste último era parte del paisaje. Más conocido como “Nono”, su fisonomía representaba a ese santiagueño del monte adentro”.
“María Alcira y Simón (los abuelos) nos escribían la lista necesaria para poder tener nuestra despensa completa de alimentos”, continuó Jorge y agregó que “nuestros vecinos ‘Lechuga’ y ‘Mirta’ preparaban a Mary, Daniela, Catu, María Elsa y Apo para llevarlas al mercado y así llegamos al día de hoy con las visitas al mercado y nuestras costumbres intactas”.
Después de semejante historia charlamos con el dueño del puesto de milanesas. “El gringo”, como todos lo conocen, nos contó las mejoras que se están haciendo en el mercado. Esto fue la llegada de una escalera mecánica que aún no se pudo poner en funcionamiento para optimizar la movilidad de los visitantes.
Así, habiendo experimentado un ritual de antaño, seguimos viaje hasta un próximo destino desconocido.