Artesanías, gastronomía, tradiciones y anécdotas durante un recomendable paseo para conocer las bondades que ofrece el Jardín de la República.
Por Miguel “Tucu” Medina
Salimos de Santiago del Estero admirando su progreso y numerosos sitios e historias para visitar y disfrutar. Continuamos la ruta, pasamos por Termas de Río Hondo y su nuevo puente de acceso a la ciudad y, ya rumbo al corazón de Tucumán, paramos 500 metros antes de llegar al control policial de Río Hondo.
Debajo de un algarrobo, rodeado de sandías recién cosechadas hicimos una parada que nos llevó a degustar uno de los manjares tradicionales de ese terruño. Seguimos camino y tomamos la ruta 157. No podíamos seguir sin pasar por Beto’s, una fábrica de quesos artesanales en Sud de Trejo, allá Antonia y Pepe nos explicaron cada paso de la elaboración, maduración y conservación de sus productos que se consumen en los valles tucumanos.
Yaco y Delina, nos contaron que hace muchos años hubo allí una pelea de hombres de a caballo, con cuchillo el del bayo y con látigo el del alazán. El encontronazo fue en Monteagudo, en frente del canal, cuando la Justicia no llegaba siempre a los juzgados y los conflictos se dirimían por la ley del más fuerte.
Seguimos hasta la Feria de Simoca. Nos detuvo un semáforo que nos obligó a esperar detrás de un sulky imponente magistralmente fileteado por sabias manos, con llamativos detalles que su dueño quería expresar. Al llegar nos deslumbró la feria centenaria en la que cada puesto ofrece sus productos recién terminados o cosechados. Desde choclos, papas, tomates, tamales y chivos hasta sulkies.
También gallinas y cerdos vivos o faenados en el puesto de Medina y la postal de ese nieto guiando de la mano a su anciano abuelo de 90 años para cultivar esa antigua tradición de visitar la feria cada fin de semana. Así, llegamos al mediodía, elegimos al azar un rancho de los 60 que hay en el predio para probar las humitas y el asado.
Allí compartimos una charla muy especial de tiempos pasados con José Calisto. “Me acuerdo de la carrera más épica de todos los tiempos, la que protagonizaron el moro del ‘Fiero’ Marino y la tobiana de ‘Fiqui’”, narró el monteagudense, quien con frecuencia visita la feria los sábados, el día de la semana en el que funcionan los puestos.
Todo comenzó cuando Fiqui, el primer dueño del caballo moro, no pudo adiestrarlo para correr, entonces le pidió a Yaco que cumpliera esa misión. Pero viendo las cualidades de este mocetón, Marino y Calisto decidieron comprarlo y así desafiar al propio dueño, también propietario de la que sería su oponente, la yegua tobiana. Resultó que, una vez puesto en la cancha para medirlo, arrojó un tiempo de 16,3 segundos para recorrer 300 metros, por lo cual para los desafiantes la carrera ya estaba ganada.
Con un mes de preparación el moro medía 15,3, un tiempo que pocos caballos pueden lograr para ese trayecto.
“Y llegó el día de la carrera que se realizó en La Madrid. Llegaron para la ocasión más de 10 mil personas. Eligieron ‘rayeros’ para determinar al ganador. El moro corría por el andarivel ‘madrino’ y por el ‘voltero’ transitaba la yegua. El nombre de estos carriles deviene del mote que se asignaba a los bueyes según el lugar que ocupaban en el carro o el arado.
“Ya preparados los jockeys encargados, el ‘Nani’ por la yegua y ‘El Carlos’ por el caballo, comenzaron a partir con ‘Lucho’ Gómez, quien empuñaba la bandera. El único requisito solicitado era separar los andariveles con cañas y sogas para que los animales no se golpearan. Detrás de la gatera de la yegua se apostó sin permiso el ‘Chueco’ Gramajo para pegarle un latigazo para sacar ventaja con una mejor reacción en la largada. Calisto lo imitó y se ubicó detrás del moro.
Luego de varias partidas, el bandera advirtió a los jinetes que la salida sería inminente y así fue. Tras las primeras zancadas el moro llevaba una pequeña ventaja que fue estirando en la medida en que avanzaba. A los 50 metros llevaba un cuerpo de ventaja que al llegar a la meta se hicieron tres. Fue el final de una de las contiendas más recordadas en la historia hípica del sur tucumano. A tal punto que quedó grabada en la memoria de quienes presenciaron el encuentro.
Como dato de color cuentan que fueron acaloradas las discusiones posteriores entre la multitud para cumplir con las apuestas que no solo consistieron en dinero sino en sulkies, caballos, vacas, cerdos y otras mercancías de recambio tradicionales en esos tiempos.
Agradeciendo a la moza, que tan bien nos atendió, emprendimos camino hacia una nueva historia…