El novel poeta sastrense, presentó su poemario en la ciudad de Santa Fe el pasado 24 mayo y planea nuevas presentaciones en la región.
Por Rodrigo Chavez Lagraba
En la solapa de Pájaros Invisibles (editorial El Andamio, 2022), puede leerse la procedencia de Federico Ternavasio como santafesino. Es que, si bien su nacimiento y su desarrollo profesional se dio en la capital provincial, el escritor e investigador vivió gran parte de su niñez y adolescencia en la localidad de Sastre, donde parte de su familia todavía reside.
En tiempos divididos entre la investigación histórica y lingüística, movidas activistas y la divulgación, Ternavasio cultivó durante los últimos 20 años la escritura poética. De esta manera, la obra publicada a finales del año pasado emerge impulsada por la escritura pulida por estas dos décadas que erosionaron los versos a fuerza de autoexigencia.
Posteriormente a la primera presentación de la obra, el autor ahora radicado en Arroyo Leyes brindó a El Impreso del Oeste, sus reflexiones en torno a la escritura poética, la publicación de su primera obra y las experiencias de vida que ofician de motor para la escritura.
¿Cómo se gestó Pájaros Invisibles?
Son poemas que hace mucho venía escribiendo. Hay textos en el libro que tienen, por lo menos, diez años. Lo que pasó fue que, en el último tiempo, fue emergiendo esa forma de escribir en tres versos que me sirvió para limitarme y no hacer cosas tan extensas. Porque había una versión anterior que era muy “descocada” y larga, que pueden leer, interpretar y les puede gustar a un par de amigos de confianza que les comparto lo que escribo, pero que era difícil de comprender para lectores que no me conocen. Entonces, fue surgiendo esta forma en las últimas cosas que había escrito y fui pasando a este nuevo formato los poemas más viejos. Es un formato que, además de que me ayudó a limitarme, constituyen un tipo de poemas que a mí me gustan y que usaron poetas como Gelman, Ezra Pound y Pizarnik. Es una escritura breve que tiene una semejanza estética con el haiku, que intenta captar un instante de percepción, de vivencia o experiencia, en un formato que suele tener un formato de tríada o tres imágenes juntas. No es que yo haya querido escribir haikus ni nada, sino que es a posteriori que veo esta relación.
¿Qué guía, además de las formas, el poemario?
No hay una línea temática clara, acá el hilo conductor es la forma. Aunque aparecen temas recurrentes como la vida en Arroyo Leyes, ciertas preocupaciones con los tiempos que se vienen, la destrucción del ambiente, las tecnologías, las derechas y demás.
¿Cómo fue la vinculación la editorial El Andamio?
Es una editorial de San Juan capital que empezó haciendo libros con cartón, que no es lo mismo que editorial cartonera. El editor es Damián López y tiene como objetivo publicar poesía sin cobrarles nada a los autores publicados, se hace cargo él de todos lo costos, y abre todos los años la convocatoria de su catálogo para todo el país; de esa convocatoria selecciona una cantidad de proyectos y cada año va creciendo su catálogo. Yo fui uno de los convocados el año pasado y fue un trabajo lindo el diálogo de la edición. A veces puede ser molesto el que te corrijan, siempre genera un poco de resquemor, pero creo que la mano del editor no fue pesada, sino que fueron cosas razonables las que leía y les parecía que había que corregir. Creo que también al tener yo le experiencia de ser editor, no tuve problemas de que me corrija nada, no lo sufrí. A Damián recién lo pude conocer en la presentación junto a Mariano Peralta (NR: poeta santafesino que también forma parte del catálogo de la editorial con el poemario titulado Las Casas) y descubrimos que los tres tenemos muchas cosas en común y una idea de literatura y edición que son muy cercanas.
¿Cómo crees que se inscribe Pájaros Invisibles dentro del mercado editorial actual?
Algo que conversábamos con Damián en la presentación, y que está muy marcado en su proyecto editorial, es esta idea de publicar desde un lugar como San Juan, desde cierta periferia de lo que es la geografía nacional de la edición y desde una editorial independiente. Yo creo que la publicación se inscribe dentro de la lógica que propone El Andamio, que es hacer poesía desde un lugar más o menos periférico de lo que es el mercado editorial, donde publica gente que es de Buenos Aires. Es algo muy loco cómo se llega a publicar en San Juan cosas escritas en un lugar donde se super concentra el mercado editorial. Creo que hay una cosa de que, sin querer, se van uniendo las periferias de cierto mercado escritores de Santa Fe que terminamos publicando en una editorial de San Juan, eso habla de una especie de solidaridad entre periferias. Después, también, las cosas que Damián cuenta que quiere incorporar a su catálogo es un tipo de poesía que no es la que está de moda, que tiene que ver con una especie de “intimidad inofensiva”, como de una forma de escribir sobre cosas que no tienen ningún efecto ni siquiera para el propio poeta, que no pone nada en juego. Damián cuenta que su interés es publicar poemas que le planteen una relación diferente con el lenguaje, entonces hay una búsqueda formal en todos los poemarios que, a su vez, es una lógica también periférica porque lo que hoy publica el mercado tiene que ver con otras estéticas.
Hay un posicionamiento político en esta autopercepción de una periferia ¿Cómo se constituye el diálogo entre centro-periferia del mercado editorial?
Según lo que pude hablar con Damián, se busca cierta autenticidad en la propuesta. Aunque eso es algo que tiene que ver con el catálogo, de lo cual yo tanta cuenta no puedo dar. En mi caso, muchas veces termino escribiendo sobre las cosas que me preocupan. Aparecen temas vinculados a los activismos políticos, a la posibilidad de cambiar algo, de transformar algo y, a la vez, te sentís hipócrita porque decís “pero yo estoy acá escribiendo poemitas que no tienen que ver con nada ¿Y eso qué afecta? ¿Qué puede hace esto en relación a las cosas que me preocupan? Y la verdad es que no pueden hacer nada o casi nada, pero hay una búsqueda de una palabra que tenga consecuencia, como dice por ahí el poemario, pero que también se vive con contradicciones. En ese sentido, no se si se desmarca del todo del mercado editorial mainstream, pero al menos no está preocupado por ese mercado y sí por lograr una poesía más o menos honesta intelectualmente.
De todas las actividades que realizás puede o hay un vinculo con la producción literaria, te propongo que hagamos un punteo de cada una de ellas. La primera: tu activismo con el software libre.
Con la movida del software libre, el poemario se vincula en un prestarle atención a la tecnología como algo que es parte de la vida cotidiana y que no es algo inocente y neutral, sino que produce efectos y que transforma la realidad y que, muchas veces, la transforma para mal o amenaza con transformarla para mal. Eso es algo que aparece bastante en los poemas, porque aparecen las pantallas, la fabricación de esos artefactos, de la función de esos artefactos, de cómo influyen en nuestra vida; como por ejemplo el corrector de textos, que pone tildes a los “si” condicionales. Hay ahí algo que tiene que ver con mi recorrido activista por el software libre.
¿En relación a tu activismo antipunitivista carcelario?
Pasa un poco lo mismo. En la medida en qué me afectan esas cosas, por vivirla como tallerista o como activista, no como una persona que haya estado presa, aparecen en los poemas como cosas que me afectan a mí. Me preocupan y me dejan pensando cómo se relaciona ese mundo con mi vida cotidiana que funciona fuera de la cárcel. Y, a la vez, con una ideología que hay detrás de cierta forma de pensar la vida y el castigo para resolver los problemas sociales. Yo creo que, detrás de esas formas que no me gustan, tanto del capitalismo como del punitivismo, o de la destrucción del ambiente, hay una misma ideología, una misma lógica, y todo eso uno lo vive en sus distintos frentes y está atravesado por eso. La poesía termina siempre teniendo que ver con un “yo poético” más o menos coincidente con el “yo biográfico”.
¿Con tu rol de investigador?
También. Hay una relación con el lenguaje y sus consecuencias y si el lenguaje puede o no transformar algo, porque mi ámbito es la lingüística. También en cuanto al tema que investigo, el anarquismo y sus publicaciones, y las ideas anarquistas que buscaban una transformación social, revolucionaria, que no sea sólo económica sino social, vital, anímica, con una solidaridad para una vida feliz. Esos son temas que aparecen en los poemas. Son cosas que por ahí leés, te imaginás y pensás que acá en Santa Fe había una actividad anarquista de las que no hay casi huellas. Después, cuando uno escribe le aparece esa preocupación de decir “che, cómo puede ser que donde antes había centros culturales y universidades populares del anarquismo, ahora hay una cochera gigante y no hay ningún rastro de eso”. Hay un pesimismo y, a la vez, digo “bueno, hay algo de esperanza; un fondito de esperanza”.
¿Cómo se vincula tu formación en Letras?
Empiezan a aparecer esos mandatos de lo que es la buena o mala literatura y qué se supone que es eso; y qué dicen los grandes autores; y qué pasa con toda esa tradición de la poesía argentina e internacional. Eso siempre, aunque uno se haga el sonso y quiera creer que no afecta, en realidad lo hace. Entonces uno mira con mucha crueldad lo que escribe, porque en Letras una de las cosas para las que te forman es para ejercer la crítica literaria. Entonces, es difícil escribir sin ejercer la critica sobre lo que uno está escribiendo, en el momento en el que escribe.
Publicás tu primer poemario a los 34 años, después de más de 20 de escritura ¿Te retrasó esa formación profesional para la publicación?
Si. Creo que me dejó más pruritos, miedos y dudas al momento de publicar. Hay compañeros a los que no les pesa, porque lo han resuelto más fácil o manejaron mejor en su vida la convivencia de la escritura y el paso por el mundo académico de las letras. En mi caso sí me afectó mucho, porque empieza a pesar en uno sus posicionamientos teóricos sobre la literatura y, cuando uno se para desde lugares muy críticos, hace que dudes mucho en publicar; no así en escribir.
¿Qué lugar ocupa Sastre en tu mundo literario?
Es como un lugar fundamental, en el sentido de lo que está en la base, en los fundamentos. Porque creo que lo que viví en la adolescencia, en esos años formativos en la secundaria, con docentes como Fede Cáneva o María del Cármen Eberhardt, fue crucial. También en relación a la forma en la que construí amistades, porque estaban atravesadas por cierta literatura o cierta música, creo que me formaron a mí, formaron un gusto estético; una educación estética y sentimental. Aunque no tuve una vida “típicamente pueblerina”, diría Charly, de ir al club a jugar al fútbol y esas cosas, éramos un grupito de dos o tres amigos que compartíamos música y libros. También la biblioteca del pueblo para mí fue central, porque yo empecé a leer ahí, porque en el pueblo no había librerías. La biblioteca de la escuela San Francisco de Asís también, Lili Colombo, la bibliotecaria, y esas relaciones que son el sustrato de todo lo que pasó después: desde estudiar Letras, hasta las cosas que leí y las cosas que me gustan. Todo tiene que ver con esos años centrales de mi adolescencia vividos en Sastre y los vínculos que pude construir ahí.