Por Natalia Milocco
Quisiera que me salgan branquias, como a los pescados, pienso, y digo pescado, no pez, pero no quisiera estar muerta, quisiera que me salgan branquias como a los pescados y no estar muerta. No quiero aletas, quiero mis piernas y mis brazos, simplemente quiero no necesitar salir del agua para respirar. Una vez un nadador me dijo: “no entiendo la condición humana fuera del agua”, quisiera eso, ser parte de esa “condición humana” que solo se sabe y se entiende debajo del agua.
“14 largos para entrar en calor” dijo. Quisiera que diga, 20, 30, quisiera que diga: “naden sin parar hasta donde aguanten”, “quizás lo diga más adelante” dijo.
Apoyo mis pies contra la pared y me impulso, me gusta hacerlo porque así siento como roza más fuerte el agua contra mi cuerpo, una brazada, otra, la sensación de flotar. Hace unos días que juego a no respirar y cerrar los ojos, nado con los ojos cerrados y sin respirar para sentir ese silencio, y después los abro, veo los azulejos celestes y vetas de luz que se deforman en ondas.
Mientras nado siento entrar en un universo personal, Juliette Binoche en Bleu, nadando. Luego de la muerte del marido y del hijo en un accidente, Julie va a nadar. Siento que ahora la entiendo, la veo, la siento. En la película parece que se pasa el día nadando. Quizás busca esa sensación de continuidad dentro del agua, porque afuera, afuera está todo roto. Y en el agua lo pedazos rotos flotan, y en algún momento se juntan.
En “El nadador” de Cheever, el personaje decide volver a su casa nadando, quizás también hubiera querido branquias, y el tipo va de “piscina en piscina”, traspasando patios, caminando lo mínimo indispensable hasta llegar a otra pileta. Se arma un mapa de piletas en su cabeza, el río “Lucinda”, lo va a llamar así, como su esposa. No tiene ni hambre, ni sueño, ni frío, ninguna necesidad, todo eso va a aparecer después. Sólo quiere volver nadando. ¿A dónde? Dice que a su casa. Mientras nada parece no sentir nada. El español tiene esa posibilidad de juntar, “trasladarse en el agua” con esa especie de carencia, “sensación de inexistencia”, o “ninguna cosa”, según el diccionario. Dice que va ir nadando a su casa, pero al llegar, ese lugar que dejó, ya no existe. Algo se rompió en él ¿Antes? ¿Cuándo? Forrest Gump corre, él nada.
¿Y cómo es? Le pregunta el hijo al padre muerto en el cuento de Forn, y el padre dice: “como nadar de noche”. Yo prefiero que haya luz y poder elegir cuándo nadar en lo oscuro.
Juego mientras entro en calor y nadie lo sabe, juego a no ver, me imagino como es ser ciego nadando, pienso en la palabra “tiburón”. Aguanto la respiración, ahora juego a tener branquias. Me imagino como “Luca” pero al revés, entro en el agua y me transformo en un ser extraño con branquias, quizás escamas, entre mis dedos me va crecer piel para deslizarme mejor, quizás me vuelva verde. Quisiera transformarme en otra cosa, “saben los que te conocen que no estás igual que ayer uh uh uh”, y que digan “pescado” pero no estar muerta, que digan “cosa”, que digan “monstruo” si quieren, y no estar muerta.
Pueden decir “no estas igual que ayer”, “no sos la misma”, y yo diría: “pues claro, tengo branquias”, diría “claro, tengo branquias y no estoy muerta”. Y esa parte la repetiría más fuerte: “NO ESTOY MUERTA”. Quizás eso buscaba Julie, el personaje de Binoche en Bleu, saber que no estaba muerta.
Me olvido de contar los largos, seguramente haga más de la cuenta, a propósito, pero no le voy a decir al profesor, va a ser mi secreto. Decido respirar cada cuatro brazadas, siento el sonido de mi respiración bajo el agua, piernas y brazos que pasan cerca. Alguien me esquiva, una pierna tocó la mía. ¿Cuántos están deseando branquias? Unos hombres nadan sin parar, solo los veo entrar y salir, preguntar: ¿Vas vos o voy yo? Sonríen cuando se van, me dejan el andarivel para mi sola. No tengo que pensar si me esquivan o si me chocan. ¿Sobre qué voy a escribir ahora? Pienso en la historia de la Carla, una nena que vivió poco tiempo en el barrio. La adoptaron y la devolvieron, o se la llevaron, o simplemente un día no estuvo más, quizás fui a golpear la puerta de su casa y su mamá de repuesto dijo así: “la Carla no está más”. También pienso en la forma y color de las naranjas, no sé porque el recuerdo de la Carla viene junto con las naranjas, cuando escriba sobre ella seguro van a aparecer. La mamá de repuesto era una señora redonda con pelo naranja, y como las naranjas de jardín, no tenía nada dulce, era casi un veneno.
Pienso en pacientes, pienso en palabras, las palabras ahora flotan. Vuelvo a pensar en Juliette Binoche, la veo nadar, soy la cámara que la mira desde abajo, nado más profundo y arriba mío está Juliette, es tan hermosa. Veo los azulejos más brillantes y la pileta de noche y vacía, voy con ella hasta al vestuario. Y vuelvo a nadar más profundo, otra vez como si nunca hubiera salido, como si fuera una sustancia que va del agua al aire para volver otra vez a ese estado inicial.
Escribo en estado de inmersión, y en ese estado pienso: creo que lo que quiero es algo más que branquias, quiero que nada interrumpa la sensación de poder ser parte del agua.