Por Elisa Ridolfo
En el marco del día de las infancias, traigo por aquí este tema para pensarnos un poco más en relación a los cuidados de las niñeces.
Comencemos aclarando unos conceptos básicos. Primero, las infancias no son objetos, son personas deseantes y, como tales, cada uno tiene necesidades diversas.
Es por ello que se torna imposible generalizar en la crianza o crear una lista de tips, métodos ni manuales de instrucción aplicables a “todos los niños y niñas”. Atentos, porque esto ocurre mucho -si entramos a algunas páginas de internet o libros de crianza abunda-.
Lo que sí considero pertinente es, como mapadres o cuidadores de infancias, informarnos sobre lo que el bebé y el niño trae consigo y ver cómo no obstruir ni perjudicar su desarrollo.
Saber de fisiología es el primer paso para esto ¿Parece una moda? Sí, pero no lo es. Lejos está de serlo.
La fisiología es la sabiduría del cuerpo y, como tal, viene con nosotros desde siempre. No debemos ir en contra de ella porque es perfecta y si la boicoteamos lo único que generamos es malestar, des-regulación, no salud.
Por eso a la hora de cuidar debemos saber del niño y sus necesidades. Y, lamentablemente, no hay manual para esto.
La mirada
Saber del niño implica mirarlo. Pero mirarlo con una mirada construida desde el niño-centrismo, tratando de mentalizar con él, preguntándonos qué le pasa, qué siente, qué necesita. Saber del niño es entender que él sabe más que nosotros y que sólo somos espectadores de su vida.
Cuando miramos, descubrimos y ahí decantan todas las teorías y tips que habíamos escuchado hasta el momento, porque la fisiología no sabe de tiempos, no sabe de reglas, no tiene apuro y siempre llega a donde debe llegar.
Seamos esos cuidadores que las infancias necesitan, construyamos desde la mirada la base del amor. Seamos gozosos observadores conscientes de cada escena.
Cui-dando amor
Cuidar es un verdadero arte y lo llamo así porque requiere de mucha sensibilidad, presencia, amor y empatía. No es fácil el arte de cuidar, no es simple ni liviana esa responsabilidad.
Del otro lado nos encontramos con un infante en construcción, receptivo desde todas sus fibras, atento a la escucha para ver y tomar eso que le mostramos y hacerlo propio, la mayoría de las veces.
No deberíamos subestimar nunca la tarea de cuidar, este servicio debe comenzar a cobrar otro valor y compromiso.
Cuando cuido todo está en juego: lo que soy, lo que fui, lo que siento, lo que tengo y lo que no, mis vacíos, mis ausencias, mis alegrías y expectativas. Por eso a la hora de encontrarme con un infante debo tener mi historia vista, revisada de adelante hacia atrás de arriba hacia abajo, para que cuando me brinde al servicio no se pongan en juego mis miedos, mi ego ni mis sombras y quien reciba mi cuidado pueda verme íntegra y sienta el reparo,el sostén y el acompañamiento que necesita.
Grabate esto: si siente en mí esa guarida de respaldo frente a sus miedos, mi tarea fue maravillosa.