El club Villa Soto de Cañada de Gómez es ese tipo de entidades con una historia tentadora para conocerla y recordarla
Por Quique de María
El 13 de setiembre de 1957, un grupo de vecinos, por medio de aportes solidarios, fundaron el club Social y Deportivo Villa Soto. Sus ya 66 años transcurrieron sosteniéndose con el capital social como principal respaldo y fundamento.
Para conocer su historia El Impreso del Oeste se dirigió al club ubicado en la esquina de Maipú y Primera Junta, a una cuadra del Sport, uno de los dos grandes de la ciudad cabecera del departamento Iriondo. Nos recibió Juan Vadora, el actual presidente de la institución quien asumió en 2020 pero es miembro de la comisión directiva desde el año 2008.
Cuando nos comunicamos para coordinar la nota, sin dudarlo aceptó pero nos advirtió que debíamos esperarlo unos días para buscar todo lo relacionado con actas y otros archivos. Le dijimos que queríamos la historia por medio del relato, lo que la memoria fuese proveyendo. Y también lo que fuera surgiendo desde las emociones. Al concluír el encuentro lo evaluaríamos como un acierto. Villa Soto es lo que en el lenguaje cotidiano denominamos: un club de barrio.
También hizo las veces de anfitriona Rocío Santorum, la profesora de patín artístico. Es una de las personas claves en la vida del club. Desde hace años Patín artístico es la actividad más destacada. En la actualidad cuenta con 70 alumnos: “de los setenta, veintidós son de competencia”, comentó Rocío.
Relaciones institucionales
Las instalaciones también son utilizadas por los alumnos de la escuela Lisandro de La Torre que está ubicada a dos cuadras. Por otro lado, la sede social conserva su fiel clientela: “es un lugar donde se toma el vermouth, se juega a las cartas, hay cenas” indicó Juan y continuó: “la sede funcionó desde el principio”. También hay baile en la vida del salón: “Lo utiliza el club América, una vez por mes para realizar sus bailes. Es un evento muy conocido el de la cena y baile del club de los canosos”.
Sin embargo, en su añoso recorrido Villa Soto fue el lugar de muchas actividades, algunas de un gran reconocimiento en la ciudad y la zona. En sus diferentes momentos hubo bochas, boxeo, ciclismo, arquería. También llegó a ser una de las sedes del Encuentro Nacional de Mini basquet “Hugo Luis Cremona” en 2017 y 2018.
Antes de nacer
Al promediar la década de 1950 un grupo de personas se reunía en el depósito de un albañil en la esquina de Maipú y Derqui (a metros de Sport Club). Allí jugaban a las cartas en los momentos de ocio. “Puede que también a las bochas” dijo Juan y entrecerrando los ojos en señal de cálculo.
Pero el club también tiene proyectos. Juan comentó con entusiasmo: “Acá arriba, da la estructura para hacer algún salón y fijate esas columnas y paredes, pueden tumbarse y levantar algunas tribunas. ¡Mirá que estadio te queda!”. Mientras relata parece que lo ve. Porque hay ideas a futuro: “Estamos haciendo todo lo posible por traer el basquet senior, incluso ya está hablado el profesor que llevaría adelante la iniciativa”.
Tal como ya adelantamos, en lo que hace al presente, sin lugar a dudas, el patín artístico es lo que más vida le da al club y Rocío Santorum brindó algunas precisiones: “Te decía que las clases de patín cuentan con 70 participantes de los cuales 22 compiten, pero lo que no te había aclarado es que hay tres varones” Desde EL IMPRESO la invitamos a completar la idea: “Siempre fue una actividad que se pensaba para mujeres. A veces venía uno que otro varón pero no duraba. Hoy en día sigue habiendo mayoritariamente participación femenina pero ya no hay tanta discriminación, cargadas, hoy hay mas tolerancia, entonces es más factible que sigan”.
Luego le pedimos a Vadora que haga un relato histórico desprovisto de todo rigor cronológico y de cualquier otro tipo de exactitudes. Lo pensó entre entusiasmado y dubitativo, como si calculara la corrección de hacerlo con una licencia semejante. Finalmente aceptó el formato propuesto.
La carpa naranja
“Hace poco hicimos la cena de los 66 años. El nombre del club es porque el terreno de este lugar era de propiedad de la familia Soto. Los fundadores se juntaban en lo del albañil y planearon un montón de actividades que se fueron haciendo. Pero hay una que fue muy importante: este gimnasio no tenía techo. Tampoco el piso que tiene hoy. Tenía ese tipo de mosaicos rojos antiguos”, comenzó diciendo el actual presidente.
“Allá por la década del 70, alrededor de de 1977, se hicieron los famosos bailables de la carpa naranja. Como no estaba techado y se había levantado una carpa naranja, justamente, de allí surgió nombre. Precisamente con esa entrada de plata se juntó para poder techar”, recordó.
Un antes y un después
“El club tiene como dos grandes etapas y la segunda es la que tiene que ver con mi parte de la historia” explicó. “Hubo un momento de recuperación de la institución que podemos situarla en 2008. Con un grupo de cooperadores de la escuela Lisandro de la Torre y con algunos integrantes de la comisión del club se comenzó a hacer una serie de gestiones para mejorar las instalaciones y que lo pudieran usar tanto los alumnos escuela, como la cooperadora, para realizar actividades, como las polladas que ya realizábamos con esa escuela”.
A continuación relató una anécdota: “En una de esas polladas, salí a tomar aire y un vecino se me acercó, no recuerdo ni su nombre, pero me preguntó qué estábamos haciendo y lo puse al tanto. El hombre, con una mirada como de añoranza comenzó a contarme sobre la vida del club en épocas anteriores, que él había trabajado como voluntario y otras cosas. Fue un relato tan contagioso que luego de despedirme de este señor, entré y compartí lo narrado con los otros cooperadores y ahí surgió la idea de recuperar el club”. Entre otros cooperadores estaban: Oscar Salomón, Daniel Ladanza, Claudio Trobianni, Gerardo Soberchia”, nombres que en la actualidad son reconocidos socialmente.
Pisar firme
“Lo primero que hicimos fue ir a hablar con Stella Clérici, la intendenta y por medio de una ordenanza que impulsó conseguimos ayuda económica. Sumado a otras actividades, logramos poner el piso nuevo de cemento allanado, entonces pudo venir patín. Después se iba a sumar ciclismo. Ahí logramos tener dos actividades federadas. Pero acá hubo de todo, incluso peñas y grupos de danzas folclóricas”. Tras un silencio donde su mirada volvió una vez más a los caminos de la memoria, dijo: “Este club tiene mucho recorrido pero todo a partir del esfuerzo. Y vamos a darle un nuevo impulso. Ahora se está formando una nueva comisión con algunos padres de patín. Ojalá que los vecinos se contagien y participen”.
Vadora volvió a la época de los bailes en la carpa para contar una anécdota: “Cuando se hacía los bailes de la carpa, había concursos de baile. Algunos comenzaban el sábado y terminaban el domingo a la noche. Eso se filmaba y hubo alguien, no recuerdo su nombre que terminó tan cansado que el lunes faltó a trabajar. Dio parte de enfermo, pero el patrón le dio la cana al verlo bailando en la filmación”.
Podría haber continuado la charla, hacer una nota más larga, podría pensarse en un libro. Pero nos fuimos con la sensación de que en esta conversación informal quedaba reflejada la identidad de un club, uno de esos que se forjan, se mantienen y hasta toman nuevos bríos a punta de pasión, solidaridad y sentido de pertenencia.