Por Dra. Andrea del Pilar Pitoia M.P. 5820
Para la OMS, y según los estándares internacionales aceptados, se define obesidad mediante el índice de masa corporal (IMC). Este, es una ecuación matemática que relaciona el peso y la talla de una persona. Mediante estos parámetros, se arriba a un resultado que nos permite establecer si una persona presenta bajo peso, peso normal, sobrepeso o distintos grados de obesidad.
En la práctica médica también se consideran otros parámetros físicos como la circunferencia abdominal, la proporción de masa grasa y magra del organismo. Lo primero que siempre trato de remarcar, es que la obesidad no es una condición, no es aceptarse como uno es.
La obesidad es meramente una enfermedad de etiología multifactorial que produce un estado de inflamación en nuestro organismo y que no solo es perjudicial en sí misma, sino que, además, es el punto de partida de numerosas patologías
Causas
Hay numerosos mecanismos causales de obesidad, de los cuales los más importantes a considerar son: la genética, las causas hormonales, psicológicas y medioambientales, por esta razón decimos que es de etiología multifactorial.
Básicamente, podemos considerar que el exceso de ganancia de peso resulta de un desbalance entre las calorías ingeridas y las que utiliza nuestro cuerpo. Si bien esto parece claro, esto no explica completamente la causalidad, es solo una parte de numerosas interacciones.
La genética solo influye en un 30%, es decir, se puede tener alguna predisposición familiar pero esto no es un factor estrictamente determinante.
Con respecto al componente hormonal, hay una interacción de numerosas hormonas que influyen en el aumento de peso, dentro de las cuales la insulina, hormona producida por el páncreas, tiene un rol muy importante. A medida que se va ganando peso en grasa corporal, se va originando un aumento de la resistencia a la insulina. Esto significa que el excedente de calorías que ingresa a nuestro organismo, al no poder ser utilizado, toma otras vías metabólicas y se acumula en forma de grasa, generándose así un círculo vicioso.
Otra hormona popularmente asociada a la obesidad es la producida por la glándula tiroidea. Cuando se produce una disminución de su producción, estado denominado hipotiroidismo, el metabolismo general del organismo se altera, pero en cuestión de ganancia de peso, es solo responsable de un aumento de 2 a 3 kilogramos, razón por la cual me parece importante desmitificar esta creencia popular de que una persona presenta obesidad porque es hipotiroidea. Por otro lado, una vez que un paciente hipotiroideo se encuentra correctamente reemplazado con la hormona tiroidea (levotiroxina), no hay motivo para considerarlo como causa del incremento de peso.
El ambiente
Uno de los factores más importantes asociados a la obesidad, es el factor medioambiental. El creciente aumento de la industria de productos ultraprocesados, alimentos promocionados con publicidades que resultan atractivas para los usuarios, pero con escasos valores nutricionales, incluso con sales, azucares y grasas agregados en exceso, han desplazado en gran parte la alimentación natural.
Las cuestiones laborales y económicas condicionan además limitaciones o desordenes para mantener una dieta equilibrada.
El sedentarismo, con trabajos remotos, o por falta de tiempos o hábitos de actividad física, también es un factor muy importante a considerar en el desarrollo de la obesidad y de los factores de riesgo cardiovasculares asociados.
Las emociones
Hablemos un poquito de la parte emocional. Visto desde esta perspectiva, en algunos casos, la obesidad puede ser considerada como una adicción, hay muchos casos en los que la comida resulta en un objeto de amor ya que genera una gratificación inmediata. La ansiedad y otras patologías psiquiátricas también pueden acompañarse de un aumento de la ingesta de alimentos que pueden llevar a la obesidad.
Me resulta interesante insistir sobre la importancia de la obesidad como enfermedad, ya que, a partir de ella, pueden desencadenarse otras, como dislipemias, hígado graso, hipertensión arterial, síndrome metabólico, diabetes; todas patologías que aumentan el riesgo cardiovascular. Adicionalmente, existe una mayor prevalencia de enfermedades osteoarticulares asociadas, y se la ha vinculado a una mayor probabilidad de desarrollo de diferentes tipos de tumores malignos, en especial los relacionados con el aparato digestivo.
El mundo parece no estar a la altura de cubrir las necesidades de personas obesas. Hablemos de ropa: muy pocas marcas reconocidas fabrican talles grandes, hablemos de transporte: autobuses o transportes públicos en general, incluyendo a los aviones que no tienen asientos adaptados.
Así de difícil resulta a veces lo cotidiano. El estigma social de la obesidad no es fácil de erradicar, si se pudiera comprender lo que siente y como vive una persona con obesidad, la sociedad ofrecería recursos para una vida adaptada.
Tratamiento
Al ser una enfermedad de origen multifactorial, debe ser abordado desde numerosas áreas. No existe un único tratamiento y cada paciente es un caso en particular con sus singularidades. Por eso, el abordaje debe ser multidisciplinario, considerando la cuestión medica-endocrinológica, nutricional, la actividad física y el tratamiento psicológico-psiquiátrico. Este es el primer eslabón de una larga lista de alternativas existentes en la actualidad.
Dentro del tratamiento médico, se ha avanzado mucho en la utilización de medicamentos nuevos que reducen la obesidad y permiten la resolución de otras enfermedades que la acompañan, por ejemplo, la diabetes mellitus tipo II. El avance en técnicas quirúrgicas que cumplen con el mismo fin, es también una alternativa válida, siempre que él o la paciente haya trabajado previamente todos los factores médicos, psicológicos y medioambientales que le permitan mantener su objetivo a lo largo del tiempo.