Por Natalia Milocco
Ni un cuarto propio Virginia, ni uno tengo. La casa es poco más grande que una caja de zapatos bien segmentada, 80 m2, es lo que decía el plano del Procrear, y tengo que agradecer, siempre agradecer, que ese último día me anoté, y fue una de las únicas cosas que me gané en la vida. Y agradecer, siempre agradecer, que decidí irme de la ciudad y volver al pueblo, porque si no, con esa plata solo iba a alcanzar para un baño.
Ni un cuarto propio Virginia, porque el plano tenía dos habitaciones y una fue para los hijos, solo pude conseguir un rincón donde poner el escritorio, y así, día a día la habitación se transforma en consultorio, lugar de escritura solo si falta un paciente, pero no hay que decir nada, silencio, secreto, alguien puede decir que me aprovecho de un tiempo que debería estar ofrecido a la maternidad y la casa, porque abajo todos están esperando: la comida, la ropa, la escuela, la tarea, el bebé llora, quiere la teta, empezó a comer y guardo dentro de mí el secreto de la alimentación, mi capacidad nutricia, soy dueña de la heladera y las alacenas, de cada cacharro y el uso de la minipimer, puedo dar una masterclass.
Hoy pensé una genialidad, tuve 5 minutos y la escribí: lo más parecido a un cuarto propio que tengo, es mi cuerpo, o quizás el cuerpo sea la casa y mi cuarto, la cabeza, y ahí voy poniendo cosas, tengo una libretita ahí dentro, el tema es el soporte etéreo del que está hecha, y es así que cada tanto se mezclan las notas: las literarias, las de super, las actividades de mi hija, los cumpleaños, los grupos de WhatsApp: el de las madres, el de ritmos, danza, folclore, tela, hockey y por suerte en el de arte escriben poco, la cuota de la escuela, la obra social, las historias clínicas de mis pacientes, informes, derivaciones. El tema te decía Virginia, es ese tipo de soporte sobre el que escribo, la mayor parte del tiempo, y el problema, te decía, es cuando se mezclan, como si alguien buscara hacer un batido, o quizás ser más justo a la hora de sacar el número, y cantar ¡Bingo!, o simplemente por el gusto nomás de andar desarmando palabras para jugar a la sopa de letras. Este cuarto propio que es mi cabeza necesita chequeos por el asunto este de los archivos y repasar en voz alta, las metáforas, la sintaxis. Repito, como un mantra, es la oración de las cosas propias, la enumeración de ese saldo a favor, como revisar la banca personal de manera periódica. Repito como si rezara el padre nuestro, antes de acostarme, a veces cuando me despierto para dar la teta, en la ducha, cuando lavo los platos, si acaso agarré la bicicleta para hacer un mandado. Ahí Virginia encontré cuartos propios, o pequeños lugares de almacenamiento en donde entra mi cuerpo, como un ropero, buen lugar para esconderse. Escribo en el aire, con tinta invisible, ni acercando el fuego vas a poder entender lo que dice Virginia.
Ni un cuarto ya te dije, hace unos días hasta perdí el rincón y sobre la silla que escribo se amontonó ropa por doblar, no hubo lugar donde ponerla porque la más grande pasó a dormir en nuestra habitación, problemas con la gente del correo, mandaron mal las piezas para armar una cama nueva. Y dije este rincón es mío y moví la ropa hacia el colchón que ahora toca mis pies, con un almohadón de Minnie que alguien trajo de Disney, nosotros no Virginia, nosotros trabajamos y nos vamos a Calamuchita.
Ni un cuarto propio, solo un rincón, y en disputa.
Me da vergüenza decirte, confesarte, quizás este sea el tono, el de la confesión, que a veces yo misma lo sacrifico, por ejemplo, ahora, bajé a la cocina junto a mi laptop, es que tenía que poner a hervir unos porotos, y mientras espero que termine el lavado, y que el bebé se durmió en los brazos de mi mamá y mi hija está en la clase de tela, escribo. A veces pienso que los porotos son generosos, tardan más en hacerse.
1er grado – 10.30hs
Mamis recuerden que este es el último día para poner plata para los regalos de agosto.
Pulgar arriba
Hockey – 10.35hs
Mamis recuerden que mañana entrenamos en la cancha de atrás y hacemos pic nic
Pulgar arriba
Ritmos – 10.40hs
Buen día mamis, ¿Podremos agregar un ensayo mañana a las 11hs?
Pulgar arriba
Te decía Virginia, que me avergüenza reconocer que a veces cedo, sacrifico mi rincón y termino escribiendo en la mesa de la cocina.
– Mami, mami, mami…
– Eh
– ¿Puedo comer un caramelo?
– Sí
– Mami ¿estás escuchando?
– Sí sí…
– No me estás prestando atención.
– No, perdón, estoy escribiendo.
– ¿Estás escribiendo un cuento?
– No.
– ¿Qué escribís?
– No sé.
– ¿Querés que te ayude?
– No.
– Porque yo tengo muy buenas ideas…
– Sí, ya lo sé.
– Como el del nene perdido en el tiempo ¿Ya lo escribiste?
– Déjame terminar y lo escribo.
Y termino en la mesa de la cocina rodeada de platos por guardar, un rollo de cocina, las asaderas, porque hace frío y prendí el horno, el lavarropas que centrifuga, el termo del mate, el cuaderno de notas de la escuela, no lo firmé.
Mientras iba en bicicleta esta mañana iba pensando, en esa pregunta tuya, ¿Qué necesita una mujer para escribir una novela? Dijiste: independencia económica y un cuarto propio, y quiero entenderte, y quiero que me entiendas, que entiendas que eso no ha sido suficiente, que el cuarto puede no venir nunca, o que puede perderse todos los días, como los paraísos que dijo Juarroz, y como no hay más remedio que ser el paraíso, entonces pienso Virginia, que tendré que ser mi cuarto propio, toda yo por entero, y que si puedo conservar este cuerpo propio y este pensamiento que tengo, quizás Virginia, sí pueda escribir, una novela, o lo que sea.