El entrenador sacó campeón a Almafuerte de Las Rosas después de 37 años y se metió en el corazón de los hinchas
Por Pablo Amadei
Hay una imagen y un sonido que marcan la simbiosis que Cristian Calabrese logró con el hincha de Almafuerte de Las Rosas a menos de un año de su llegada al club. Es viernes 22 de diciembre y más de un millar de deportistas están dispuestos en la puerta del club listos para la foto institucional de fin de año y antes de lo que será la Fiesta del Deporte. Todos vestidos de celeste, el color que identifica al popular club del barrio sur rosense.
Basta que Calabrese baje de su auto y su silueta se divise a la distancia para que la canción nazca naturalmente: “que de la mano de Calabrese, todos la vuelta vamos a dar”. Saltan y gritan todos los deportistas y el puñado de hinchas allí reunidos. Desde los pequeñitos de 4 o 5 años, hasta los más veteranos que ya peinan las primeras canas o aquellos a los cuales el espejo le devuelve una imagen con cada vez menos pelo.
Hace apenas cinco días que el equipo de fútbol de primera dirigido por el “Cala”, como todo el mundo lo conoce, consiguió el título de la Liga Cañadense después de 37 años de sequía y todos quieren agradecerle al padre de la criatura. Se multiplican los saludos, los gritos de aliento, las felicitaciones.
La euforia es tanta que si bien Almafuerte es un club con 14 disciplinas y varios deportistas que se destacan a nivel nacional, el fútbol empuja tanto que al frente de la institución pintado con las siglas CAA (Club Atlético Almafuerte) se le agregaron un par de letras y ahora se lee CAAMPEON.
El fútbol todo lo puede. No se puede negar que sus hinchas viven en estos días un estado de ensoñación largamente deseado y saben que es su mejor regalo de Navidad en mucho tiempo.
“Creo que todavía no caímos y no nos damos cuenta lo que logramos, con el correr de los días vamos a ir asumiendo esta nueva estrella para el club. Hoy es momento de disfrutar y de terminar el año de la mejor manera”, dirá un rato más tarde en diálogo con El Impreso del Oeste, sentado en un banco dentro del club y lejos de la euforia que se vivía en la puerta. “Fue un gran año, hicimos un gran trabajo, potenciamos al jugador y los resultados están a la vista”, agregó.
El comienzo del sueño
Puede decirse que el momento fundacional de este campeonato fue en septiembre de este año, en el inicio del Torneo Clausura. Aunque hubo también una primera fundación, como la de la ciudad de Buenos Aires, si es que las cosas pueden ser fundadas dos veces. Y fue en enero pasado cuando Calabrese arregló su llegada al club. Así, los dirigentes de Almafuerte apostaban por un técnico al que ya habían buscado en otras oportunidades.
De hecho, a pesar de vivir en Arteaga, Calabrese conocía la Liga Cañadense porque en 2017, en su primera experiencia como técnico y apenas un par de meses después de colgar los botines por una lesión, llegaba a Defensores de Armstrong, donde en tres temporadas logró un título además de jugar una final y una semifinal.
“El objetivo que me plantearon los dirigentes era estar entre los cuatro mejores de la liga. Cuando empezamos a armar el equipo y las cosas se alineaban pensamos en que se podía salir campeón”, recordó.
Con la llegada de los refuerzos -un arquero, tres defensores y un delantero que se sumaron al grupo de locales y a un puñado de sobrevivientes del plantel del año anterior- el equipo estaba listo para iniciar la pretemporada. Probablemente, no habrán pasado muchos días para que el entrenador se diera cuenta que Almafuerte tenía casi que la necesidad de salir campeón. No solo por el largo tiempo pasado desde la última conquista, sino por haber perdido una final en el 2021 por penales y de local y encima porque el Williams Kemmis -su tradicional rival-, había logrado el título en la primera mitad del 2022. Todos condimentos que apuraban la necesidad de victoria.
Primeros frutos
Los triunfos no tardaron en llegar porque desde el comienzo el equipo fue construyendo buenos rendimientos y poco a poco se ganaba la chapa de candidato. Sin embargo, en cuartos de final dos de sus figuras, un marcador central y el goleador, se rompieron los ligamentos y quedaban marginados del resto del año. Así y todo, agobiado por otras lesiones, Almafuerte llegó a la final contra Defensores de Armstrong, aunque con un equipo totalmente remendado. Perdieron 1 a 0 de visitante y cuando perdían 2 a 0 de local, el partido se suspendió por incidentes con los hinchas celestes. “Llegamos diezmados a la final del primer torneo y nos quedó la bronca de no poder terminar ese partido”, rememoró Calabrese.
Después de aquella tarde triste, el ánimo de los jugadores estaba bajo tierra. Algunos fueron insultados por los ingratos que nunca faltan y la mayoría de ellos perdía su segunda final en dos años y de local. Todo un karma.
Había que rearmarse futbolísticamente rápido y enseguida arribaron dos refuerzos para reemplazar a los lesionados: de San Luis llegó el defensor Julián Giménez y de Jujuy el delantero Ulises Virreyra. Pero también había que cambiar rápido el chip en la cabeza de los jugadores porque cuatro días después de perder esa final comenzaba el Torneo Clausura.
“Lo que más recuerdo y por eso dije que íbamos a hacer un gran torneo, fue que varios jugadores que llegaron al límite físico a la final, me pidieron jugar el primer partido del Clausura. Querían estar, poner la cara. Cuando está ese compromiso, esas ganas, yo imaginaba que podíamos hacer un buen torneo”, contó Calabrese.
A paso firme
Desde el arranque Almafuerte fue a paso redoblado en el Torneo Clausura y a fuerza de triunfos y goles hizo olvidar rápido la final perdida. Apenas si resignó cuatro puntos para ser el mejor en la tabla general con el juego de Ramírez, un chiquitito movedizo llegado el año pasado de la Liga San Martín al que todo el mundo conoce en aquellos pagos como “Tancho” pero que en Las Rosas se ganó el apodo de “Crispi”, en referencia a la pequeña localidad donde nació. Ramírez, incluso, hizo olvidar a Maxi Fernández, un emblema del club que aquejado por las lesiones tuvo pocos minutos en cancha. Pero sobre todo con los goles de Virreyra, un grandote con físico de basquetbolista, pero muy hábil con la pelota al pie, que convirtió 12 goles en 14 partidos.
“A Ulises lo tenía visto. Tenía todo para ir a jugar a Italia y no pudo irse por un papel. Lo pude convencer para que venga a Almafuerte. Es un jugador de otro nivel, de otra categoría y se amoldo rápido a los compañeros. Nos dio la terminación de jugada que estábamos necesitando”, describió Calabrese.
Después de ganar su zona, no tuvo problemas para vapulear de local a San Jerónimo 7 a 0 en cuartos de final. En semifinales, también jugada en Las Rosas, encontró a un duro Argentino de Las Parejas y empató 0 a 0. En los penales, el arquero santafesino Lardito se hizo más largo de lo que es para atajar un disparo clave y depositar a su equipo en la final, la tercera en dos años y la segunda en este 2023.
Una final para el infarto
Los últimos dos partidos del año serían contra Sportivo de Las Parejas, el equipo más ganador de la Liga, mas allá de que hacía cinco años que no llegaba a una final. “Elijo creer”, habrán pensado los hinchas más memoriosos de Almafuerte al darse cuenta que fue contra Sportivo, precisamente, que el celeste había ganado su último título allá por 1986. De aquella época, incluso, todavía se conservan posters amarillentos en algunos comercios de la ciudad de aquel equipo campeón.
Después de empatar 1 a 1 en Las Parejas, el título se definiría en Las Rosas, una vez más. Apenas tres meses de aquella final perdida contra Defensores y dos años después de la caída contra Sport.
Es cierto que en esta la historia empezó totalmente distinta. Porque Virreyra puso rápido la primera ventaja a los cuatro minutos y si bien Sportivo tuvo la pelota prácticamente no lo complicó a su rival. Y cuando lo hizo apareció Lardito para responder con un par de atajadas. Faltando nueve minutos el capitán Fabrichini, que desde los 4 años juega en el club, puso el 2 a 0 y la historia parecía resuelta. La cancha era una locura pintada de celeste con los hinchas contando los minutos para desahogarse después de 37 años. Pero en una remontada épica, Sportivo empató con dos goles en dos minutos, a los 47 y 48 y la mitad del estadio enmudeció y la otra mitad se hizo dueña de los gritos.
Otra vez el karma de las finales de local, habrán pensado muchos. “Pensé que se iba todo al carajo, sentí que tenía un corazón de fierro porque era para morirse. Una sensación muy angustiante, nadie entendía nada, en un minuto dos goles cuando el partido estaba terminado. Fue un instante de mente en blanco y después volver a apoyar a los jugadores”, confesó Calabrese.
Y si algo le faltaba a esa final inolvidable fue la serie de penales. Porque la empezó ganado Almafuerte, la pasó a ganar Sportivo y volvió a aparecer primero Lardito para atajar y Gutiérrez para definir. “Uno destaca la personalidad que sacaron estos chicos porque no es fácil patear un penal después de lo que pasó con un estadio repleto, con un campeonato casi ganado y creo que la moneda cayó de nuestro lado”, destacó el técnico campeón.
El desahogo
Si el festejo fue de locura para los hinchas, para el entrenador fue un momento donde se lo vio visiblemente emocionado y sin ocultar las lágrimas. Hubo espacio para agradecer a la familia que “es fundamental porque en los momentos de euforia están todos, pero en los momentos malos está la familia. Cuando puertas adentro las cosas no salen bien, es la familia la que te banca, la que aguanta tu estado de ánimo. Por eso al primero que hay que agradecer es a la familia”.
Justamente fue por su esposa Giselda, a la que conoció hace casi 30 años, decidió mudarse de su Arroyo Seco natal a un Arteaga que lo adoptó como uno más. Con dos hijos, Brian futbolista y Karen en pareja con un director técnico, resulta difícil de creer que en la mesa familiar no se hable de otra cosa que no sea fútbol.
En Arteaga fue parte del equipo que logró el primer campeonato en la historia de Alianza y es un verdadero ídolo. Era una época donde se guardan imágenes de un delantero corpulento con pelo, imagen que contrasta con la pelada característica que lo acompaña desde hace 20 años. Jugando para Osorno de Chile le quedó la costumbre de raparse el pelo luego de que “en una pretemporada un compañero se pelaba y me paso la maquinita y me arrancó un mechón. A partir de ahí me empecé a pelar por gusto y comodidad”.
El fútbol lo llevaría también por Central Córdoba, Argentinos Juniors, Douglas Haig y en el exterior por Arabia Saudita, Perú y como dijimos, Chile. No tiene dudas de que es más lindo jugar “porque pensás el partido, podés decidir. El técnico te da herramientas, te dice por dónde hacer las cosas, pero adentro de la cancha es la cabeza del jugador la que decide los momentos. Me quedo mil veces con jugar”.
Como técnico se define como alguien que está “las 24 horas pensando en el próximo partido”. Más si pasaba algo como lesiones o suspensiones porque sabía que tenía que rearmar el equipo. “Es estar todo el día pensando para que salga lo mejor posible”, aseguró.
Por ello, manifestó que la importancia del técnico está en la semana. “El mayor trabajo es brindarle al jugador herramientas tácticas. Nosotros en la semana trabajamos un día con cuestiones de cómo hacerle daño al rival y otro día donde analizamos donde nos pueden hacer daño y cómo defendernos. Pero cuando llega el domingo se repasan las herramientas para que el jugado ejecute”.
Por si algo le faltaba para agigantar la idolatría que en Almafuerte empiezan a sentir por él, a sus 48 años aprovechó para vestirse de jugador en el equipo senior de Almafuerte y encima fue el autor de los dos goles con el que le ganaron la final nada menos que al Kemmis, cuatro días después de la consagración en primera. Dos títulos en menos de una semana. “Sigo con el jugador de fútbol que es algo difícil sacarlo de adentro y encima el campeonato fue una frutilla de un año espectacular”, destacó.
El futuro
El entrenador reconoció que le gustaría quedarse en Almafuerte y no parece haber obstáculos para ello. “Estoy muy cómodo, muy feliz y mi familia está feliz”, reconoció. Por eso, y porque el fútbol no da tregua, planifica un futuro que vendrá cargado de competencias y nuevos desafíos. “El año que viene tal vez me pueda permitir ir mechando algún chico con futuro, pero los objetivos van a ser ir por la defensa de la corona, tiene que ser un equipo de primera línea y si se va alguno debe ser reemplazado por alguien superior, Tenemos que acostumbrar al hincha de Almafuerte a los éxitos”, se entusiasmó.
Teniendo en cuenta que sacó campeón por primera vez en su historia a Defensores y a Almafuerte después de casi cuatro décadas, se pone serio cuando se le pregunta medio en broma medio en serio, dónde quiere la estatua. “Para mí el reconocimiento es lindo, que la gente te muestre cariño es hermoso porque demuestra que le generás algo a ellos. Pero no me parece justo el reconocimiento exagerado ni el endiosamiento de un ser humano, no lo veo bien”.
Y dejó una frase para el cierre que lo pinta de cuerpo entero. “Los protagonistas son los jugadores, las luces tienen que estar con ellos y uno tiene que quedarse a un costado disfrutando”.