¿Cómo debemos cuidarnos del sol? ¿Podemos usar productos caseros? ¿Hay elementos naturales que funcionan como barreras protectoras?
Por Chama M. Nobile
La radiación solar y cómo afecta a la piel es un tema recurrente ya no solo en épocas estivales. Sin embargo, hay discordancia entre lo que dice la ciencia, la cosmética industrial y los que bregan por formas más “naturales” de proteger el órgano más extenso del cuerpo.
En estos días de fin de diciembre la información que circula es que los niveles de radiación solar son extremos, por lo que debemos reforzar el cuidado de la piel en los momentos en que estamos expuestos a los rayos solares.
Es importante tener en cuenta que la radiación ultravioleta (UV) se clasifica en 3 tipos: A, B o C, según su longitud de onda. Tanto la UVA como la UVB pueden afectar la salud. El exceso de radiación solar puede producir envejecimiento de la piel, cataratas y facilitar el desarrollo de distintos tipos de cáncer de piel.
Por esta razón, cada año las asociaciones médicas y organismos gubernamentales brindan consejos y medidas claves para prevenir daños a la salud generados por la exposición excesiva al sol. Aún así, persisten mitos y conceptos confusos o errados sobre el tema.
Además de los problemas ya mencionados, la acción del sol también puede facilitar otras patologías en la piel, como alergias, urticarias y otras fotodermatosis.
Aunque en Argentina no existen estadísticas detalladas sobre tumores y enfermedades oncológicas generadas por la exposición solar, se sabe por estudios internacionales que los cánceres de piel están entre los tumores más frecuentes e incluso mortales.
Se calcula que 1 de cada 3 personas sufrirá cáncer de piel durante su vida en alguno de sus 3 tipos, aunque no necesariamente en su forma más agresiva. “Sin embargo -apuntó la también miembro de la Sociedad Argentina de Dermatología (SAD)- eso no quiere decir que sean inocuos, ya que conllevan una carga de morbilidad y pueden generar secuelas asociadas pérdida de calidad de vida, además de sumar costos significativos al sistema de salud”.
La pregunta que cabe es ¿Existe una exposición segura al Sol? ¿Qué protector solar conviene usar?
En principio hay que entender que el cuidado de la piel no debe limitarse a ciertos horarios del día. Si bien en nuestro país las radiaciones solares son más intensas y causan un mayor daño en la piel entre las 10 y las 16, no significa que fuera de ese horario no existan riesgos. Este es algo menor, pero existe y también se sugiere utilizar protectores solares.
Estos son productos de uso externo que contienen sustancias físicas y/o químicas que actúan como barrera protectora de la piel a las radiaciones solares. Constituyen una defensa de primera línea, siempre que reúnan condiciones necesarias de eficacia, seguridad y calidad del producto.
Es importante entender que la radiación ultravioleta (UV) emitida por el Sol se clasifica en 3 tipos: ultravioleta A (UVA), ultravioleta B (UVB) y ultravioleta C (UVC), según su longitud de onda. Toda la UVC y la mayor parte de la UVB son absorbidas por la capa de ozono de la Tierra, por lo que casi toda la radiación ultravioleta que nos llega es UVA. Tanto la UVA como la UVB pueden afectar la salud. Aunque la radiación UVA sea más débil que la UVB, penetra la piel más profundamente y es más constante a lo largo de todo el año.
Por lo tanto, hay que saber que no todos los protectores solares son iguales y que para reducir el impacto de la radiación ultravioleta que recibe la piel, y de ese modo disminuir los daños que provoca, hay que conocer cómo se clasifican. Aquí entra en escena lo que se conoce momo FPS o Factor de Protección Solar. Este determina el nivel de defensa que ofrecen contra los rayos UV. Los protectores solares deben ser de amplio espectro, proteger contra los rayos UVA y UVB, y ello debe estar aclarado en su envase.
El Ministerio de Salud de la Nación recomienda al momento de elegir el protector adecuado tener en cuenta los siguientes datos:
Según el consenso de la Sociedad Argentina de Dermatología, el protector solar debe ser de, como mínimo, FPS 30 o superior. De ese valor hacia arriba la elección correcta recae en función del color, la etnia y las condiciones personales de la piel de cada persona. Lo recomendable es asesorarse con un profesional para elegir el tipo de producto y factor adecuado a la piel, edad y salud de cada persona.
Todos estos productos fueron diseñados para proteger la piel por lapsos de 2 horas, independientemente del factor de protección que ofrezcan. Luego de ese tiempo hay que reponerlos. Su colocación correcta implica untar una capa protectora completa, bien distribuida, que debe ser aplicada entre 20 y 30 minutos antes de la exposición para que la piel lo absorba adecuadamente.
Otro punto importante que recuerdan las expertas es mirar en detalle la etiqueta del producto ya que algunos son resistentes al agua y permiten permanecer en ella entre 20 y 40 minutos, según el caso, sin perder sus efectos protectores. Más allá de ese lapso se recomienda salir, secarse y reponer la protección. Algunas cremas o lociones permiten ser colocadas sobre la piel mojada mientras que otras requieren que la piel esté seca. No se recomiendan las que son tipo aerosol.
El permanecer a la sombra no implica que no se necesite usar protector. Aunque lo más importante es protegerse de los rayo solares a los que nos exponemos directamente, éstos se reflejan, de distintas maneras e intensidades, en el agua, la arena, la nieve o el cemento. Por lo tanto, aun permaneciendo a la sombra es muy posible que la piel reciba radiación UV y debemos protegerla.
En general si se va a permanecer al aire libre, aun bajo la sombra, se recomienda utilizar ropas y accesorios adecuados para protegerse del Sol: gorro o sombrero de ala ancha, ropa de trama apretada (con mangas), anteojos de sol con filtros UV. También se aconseja que las partes descubiertas del cuerpo se protejan con protector solar.
El mismo cuidado debe utilizarse aún cuando está nublado. Según la densidad de las nubes, pasa entre el 50 y el 85% de la radiación ultravioleta.
Nunca es seguro exponerse al Sol sin protección, ni siquiera por un lapso corto de tiempo: el bronceado no es un símbolo de salud, sino que ya expresa una respuesta al daño de la piel porque implica que las células que forma el tejido de este órgano se está pigmentando para así intentar proteger al núcleo celular, el lugar donde se encuentra el ADN, de la acción dañina de los rayos UV. Por esa razón los niños y niñas requieren cuidados extras frente al Sol.
El cuidado en los niños
En los niños el sistema natural de protección no está desarrollado y en ellos el daño solar es máximo y acumulativo, de manera que una adecuada protección desde la infancia disminuirá el riesgo de desarrollar cáncer en la edad adulta.
Los expertos recomiendan no exponer directamente al Sol a niños menores de un año. En las playas y piletas, protegelos mediante la utilización de carpas y sombrillas. Ante exposiciones ocasionales, a partir de los 6 meses de vida se pueden emplear protectores solares físicos que usan normalmente pigmentos minerales como el óxido de zinc o el dióxido de titanio, que reflejan los rayos impidiendo que penetren en la piel. Recién desde los 12 años se puede comenzar a usar en chicos los mismos productos de los adultos.
Por otro lado, en el mercado hay prendas que ofrecen protección contra los rayos UV. Se trata de ropas confeccionadas con telas especiales, de trama cerrada, que dificulta el paso de la radiación solar. Son especialmente útiles para facilitar el cuidado de los más chicos y de las personas que practican deporte al aire libre. Usando estas telas no es necesario colocar protector en las partes ya cubiertas, pero sí es necesario usar cremas a las zonas de la piel que permanecen expuestas (manos, cara, empeines, etc).
El sol y la vitamina D
Es cierto que para que nuestro organismo pueda sintetizar vitamina D es fundamental que reciba radiación UVB. Y que el uso constante de protección podría interferir en la producción de esta sustancia. Sin embargo, lo que se sabe actualmente es que teniendo expuestas superficies de piel “pequeñas” (cara o brazos), 3 veces por semana, antes de las 10 de la mañana o después de las 16 hs, por no más de 10 o 15 minutos, ya es resulta suficiente para que el cuerpo sintetice la vitamina D que necesita.
Además, en caso de que un análisis de laboratorio muestre deficiencias de este compuesto, es posible recurrir a una dieta saludable, que incluya pescados y lácteos fortalecidos o, incluso, algún suplemento específico, para solucionar el problema.
Las camas solares
El uso de camas solares puede ser peligroso, ya que emiten radiación ultravioleta con una potencia hasta 20 veces más intensa que la del Sol. Según la Sociedad Argentina de Dermatología, recibir 10 o más sesiones anuales de bronceado artificial, contribuye al envejecimiento prematuro de la piel y aumenta considerablemente el riesgo de padecer cáncer de piel. En la Argentina, la Ley 26.799 prohíbe el uso de camas solares en menores de 18 años y obliga a los locales a tener un cartel que informe sobre esta prohibición.
Los aceites y mantecas vegetales
Más allá de no exponerse en horas de sol intenso y usar la protección física adecuada, desde el mundo de la cosmética natural hay quienes defienden el uso de aceites y mantecas vegetales como barreras protectoras de los rayo solares.
Y, a falta de productos que sirvan de pantallas solares, pueden usarse ocasionalmente aceites que sirven como protectores solares con factor de protección leve. Entre ellos se encuentran el aceite de sésamo, el de coco, el de semillas de zanahoria y frambuesa o el aloe vera. También la manteca de karité puede ofrecer ese beneficio.
Cabe mencionar que dichas sugerencias no sustituyen a las cremas solares del mercado, muy eficaces para proteger contra los rayos UVA y UVB porque contienen óxido de zinc y de titanio que reflejan la luz solar y forman una barrera química para que no penetre en las células de la piel.
Aunque algunos estudios han afirmado que los aceites vegetales pueden contener factor SPF, este es demasiado bajo para que nos pueda proteger del sol durante las horas más fuertes, en las que se recomienda el uso de una crema con factor SPF 30 o superior.
Aceite de sésamo
El aceite de sésamo cuenta con un gran poder antioxidante que nos protege del daño celular ocasionado por los rayos solares. Además, ayuda a hidratar la piel y contiene vitaminas como la B y la E, por lo que es un buen complemento a los protectores solares. Este producto se puede comprar fácilmente en tiendas. Tiene un factor de protección de 4 a 6, por lo que se recomienda usar en pieles ya bronceadas.
Aceite de coco
El aceite de coco es otra alternativa natural para protegerse del sol. No obstante, este tipo de aceite tiene un nivel de protección menor, alrededor del 20%, por lo que se le debe utilizar con cuidado.
Muchas personas lo utilizan de hecho para broncearse, aunque también lo puedes utilizar para protegerte del sol. De todas formas, hay que tener siempre en mente que su protección es muy baja. Por ello se debe evitar su uso en las horas con mayor radiación solar.
El aloe vera es una excelente opción para cuidar nuestra piel en general. La mayoría de las veces se le utiliza como remedio contra las quemaduras, aunque en este caso también protege a nuestra piel del sol, además es refrescante y repitelizante. Tiene una protección de aproximadamente el 20%, la cual es baja. Por tal motivo, se debe tener cuidado a la hora de utilizarlo. Además, conviene aplicarlo frecuentemente, cada hora, o después de haber mojado la piel.
Aceite de semilla de frambuesa
Un aceite que muy pocas personas conocen es el de frambuesa. Este tiene propiedades que ayudan a proteger la piel de los rayos solares, con un factor de entre el 20 y el 50%. Por lo tanto, puede ser más efectivo que otros tipos de aceites naturales.
El aceite de zanahoria es otro producto natural que nos puede ayudar a proteger nuestra piel del sol. Por una parte, el aceite de zanahoria provoca que nuestra piel obtenga un tono rojizo o bronceado que a muchas personas gusta. Asimismo, este tipo de aceite protege nuestra piel de los rayos solares, con un grado de aproximadamente el 30%.