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Las bochas: un deporte en vías de extinción en Las Rosas

En la ciudad que fue cuna de campeones provinciales y nacionales, hoy casi no tiene bochófilos en actividad. Entrevista a Juan José Balasino, el “Messi de las bochas”.

Por Pablo Amadei

“Me dolió y me duele que el juego de las bochas en Las Rosas se haya perdido. ¿Sabes cuántos jugadores había acá?”. El que habló con El Impreso del Oeste con un aire de nostalgia inconfundible, es Juan José Balansino, bochófilo de alma y corazón, una de las glorias del deporte local que entregó más de 50 de sus 72 años a esta actividad. Primero como jugador y luego como dirigente.

Balansino nos recibió en su casa, un lugar donde casi no queda pared ni espacio sin ocupar con diplomas, fotos, banderines, recuerdos y sobre todo trofeos. Testigos todos ellos, de la gran cantidad de campeonatos ganados: un argentino de trío en 1983 e incontables torneos locales y regionales. “Muchos trofeos di y muchos otros tiré porque ya no tenía lugar”, confesó. El primero lo ganó en 1967, cuando solo tenía 17 años. Y de ahí no paró hasta su retiro de las canchas hace poco más de una década. 

Paradójicamente, el más importante, el del Argentino, pasa casi desapercibido por su pequeño tamaño en comparación con otros gigantes. “Mirá lo que nos dieron”, dice entre risas. Y razón no le falta. Es un hombrecito con los brazos en alto apoyado sobre una copa que a su vez está apoyada sobre una especie de pilar, con una leyenda que identifica el torneo con el año y el lugar: Bell Ville, 1983. Todo condensado en no más de 30 centímetros de alto y unos 100 gramos de peso. 

Balansino entró a una cancha de bochas casi de casualidad. “A los 15 empecé a jugar porque un pariente me llevó un día al Club Recreativo. En esa época los menores no podían sin la firma de un apoderado. Yo jugaba siempre en el campo porque mi papá me había armado una cancha. Así que me puse a ver como jugaban y cuando terminaron les dije, pero yo pego más que ustedes. Así que mi tío firmó y se hizo responsable para que vaya a practicar”, contó.

Dos meses y medio después, Virgilio Fenocchio le pidió al presidente del Recreativo que no lo dejara escapar porque el “pibe tenía condiciones”. Tres años después le pidió que jugaran juntos y así estuvieron nueve años seguidos ganando torneos por todos lados. Fenocchio era 21 años mayor y a esa altura ya era un consagrado del deporte, un exquisito. En términos futboleros actuales era como el Messi de las bochas. De esos jugadores que el público pagaba solo para verlo. Campeón sudamericano y argentino, desparramaba jerarquía en cada cancha que pisaba. De hecho, en aquellos años Las Rosas era conocida a nivel nacional por Alfredo Pian o por Fenocchio. 

Era la época de un verdadero boom donde las bochas eran prácticamente el principal deporte de la ciudad. La prueba está en que en algún momento Las Rosas llegó a tener hasta siete clubes donde se practicaba: Williams Kemmis, Belgrano, Almafuerte, Unión, Argentino, Recreativo y hasta la Estancia El Orión tenía dos canchas al aire libre. Todo esto llevó a que se fundara la Asociación Rosense por los clubes que hasta ese entonces pertenecían a la órbita de Cañada de Gómez. 

Eran tiempos de verdaderos clásicos como el Recreativo – Belgrano donde la gente se apiñaba para ver los partidos. “Yo viví todo eso. Desgraciadamente perdimos todo. Esta fue una ciudad bochófila a nivel nacional”, rememoró Balansino.

Y es que, así como vivió el auge de las bochas, también fue uno de los testigos del desmembramiento de este deporte con el cierre y la desaparición de canchas. Uno a uno los clubes fueron utilizando las canchas para otras actividades y hoy apenas si sobrevive el Recreativo como único exponente. Cada espacio que se cerraba fue como una puñalada. “En el 2014 cerraron las canchas de bochas Belgrano, un club histórico desde el año ‘40. Eso me dolió en el alma. Al Club Almafuerte lo vi cuando las mujeres hacían torta fritas mientras los hombres levantaban las canchas a pulmón. Y es increíble que uno vaya al club y todo eso no esté más. Y lo que me dolió mucho también fue que cerraran las del Kemmis. Justo el Kemmis que en una época era más conocido por las bochas que por el fútbol”.

Por ello, Balansino no tiene pruritos al sentenciar: “Me duele decirlo, pero tengo que decirlo. Los dirigentes jóvenes que entraron en los clubes arruinaron a las bochas en Las Rosas. Parece que le hubieran agarrado bronca”.

La consecuencia, también fue la desaparición después de 69 años de la Asociación Rosense que cerró sus puertas en febrero del 2020, acaso como una muestra más de como languidecía la actividad en la ciudad. Su cierre fue también el de una historia enorme de haber organizado infinidad de campeonatos provinciales y hasta un Argentino juvenil, dejando la huella de varios campeones rosenses tanto a nivel individual, como en parejas o tríos. De eso, apenas si queda el recuerdo que traen diarios amarillentos y fotos descoloridas.

De aquella marea de jugadores que la ciudad supo dar, hoy apenas si hay un puñado de bochófilos que juegan en clubes de la región y prácticamente ningún joven se suma a la actividad. Cuestión lógica si se tiene en cuenta que prácticamente no hay lugar donde entrenar. “En los otros pueblos no pueden creer que hayan desaparecido los clubes de bochas en Las Rosas. Mucha gente se agarró una desilusión tremenda porque no sabía adónde ir. Si uno es de un club es muy difícil pasarse a otro. Entonces dejaron de jugar”, enfatizó Balansino.

Hay una nostalgia enorme al escuchar a Balansino repasar esos apellidos que hicieron grande a un deporte y que hoy son sólo un recuerdo o contar que jugó en todos los clubes de Las Rosas y ganó con todos. O de aquel auto que compró vendiendo el oro de las medallas que había ganado en los torneos, de los 38 campeonatos ganados sobre 40 jugados en dos años o de aquella vez que le ofrecieron ir a jugar para 25 de Mayo de Villa Ballester después de ganar el Campeonato Argentino pero no se quedó porque quería que le consiguieran una casa para vivir con su familia.

Hoy hace más de 10 años que no pisa una cancha porque la rodilla dijo basta y el traumatólogo fue más que convincente cuando sentenció: “Si vos querés seguir caminando no jugués más a las bochas”. Así que se conforma con ver jugar a su esposa Stella, a quién contagió el amor por este deporte al igual que sus hijos y nietos, aunque estos ya no participan de torneos. Y aunque no lo diga, queda la sensación de que, al menos en este caso, todo tiempo pasado fue mejor.

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