Maestra, médica, educadora, pionera en estudios ginecológicos, kinesiólogos y de puericultura, esta mujer feminista dejó una huella imborrable en la lucha por los derechos de las mujeres y trabajadores del país.
Por Manu Abuela
La semana pasada el Banco Central anunció la emisión de un nuevo papel moneda correspondiente a la cifra de 2.000 pesos. Más allá de las razones económicas que impulsan su creación, la sorpresa radicó en las personalidades de la historia de la ciencia de nuestro país que allí se homenajearán.
En el anverso del billete estará el neurólogo Ramón Carrillo, que dio un giro a la concepción social de la medicina, indicando que las cuestiones contextuales y sanitarias -no sólo biológicas y genéticas-también influyen en los procesos de salud y enfermedad. En el reverso, por su parte, se encontrará la fachada del Instituto Nacional de Microbiología Dr. Carlos Malbrán, que desempeñó un rol decisivo durante la pandemia del covid-19.
Pero junto con Carrillo, específicamente delante de él, aparecerá la figura de una mujer, Cecilia Grierson. Ella fue la primera médica egresada de nuestro país que atravesó los muros que el sistema médico imponía a las mujeres de su tiempo, convirtiendo los obstáculos en desafíos, y abrió paso para la formación de generaciones futuras en el rubro. Pero, además de los estudios e instituciones educativas que fundó -sin pormenorizar, por supuesto- fue una mujer consciente de su rol y así decidió participar de forma activa en la lucha feminista, para que todas puedan acceder a aquellos lugares a los que ella escaló cuesta arriba. Su obra y trabajo fueron el cimiento de las libertades de las mujeres y disidencias de hoy.
Inicios
La Grierson nació en Buenos Aires el 22 de noviembre de 1859, en el seno de una familia acomodada descendiente de inmigrantes escoceses e irlandeses, siendo la mayor de seis hermanos. A corta edad, sus padres fueron a Uruguay para trabajar unos campos de su familia, por lo que vivió su infancia en contacto con la naturaleza, pudiendo estudiar en colegios privados.
Pero entrada en su adolescencia, en Entre Ríos, su padre falleció y debió ejercer como maestra primaria para colaborar económicamente en su hogar. Unos años más tarde, ya en Buenos Aires nuevamente, se profesionalizó en la docencia, creyendo que esa era su vocación.
Trabajó además como institutriz, debiendo alargar sus vestidos hasta debajo de los tobillos para obtener ese puesto, porque en sus palabras “se juzgaba la edad, y quizá el conocimiento, por el largo de la pollera”.
Sin embargo, la vida de Cecilia dio un vuelco cuando una de sus amigas contrajo una enfermedad respiratoria crónica y falleció. Desde ese momento, quiso buscar el remedio para curar esa patología y en su cabeza sólo resonó una cosa: ser médica. Y el acceso a esta carrera era difícil para las de nuestro género. Si bien no estaba escrito en ninguna cláusula que las mujeres no podían inscribirse, la trampa estaba hecha de todas formas, ya que los requisitos eran excluyentes. Por ejemplo, se solicitaba saber latín y en el único lugar donde se enseñaba era en el Colegio Nacional de Buenos Aires, que en aquel momento, solo era masculino.
Pero Grierson no se iba a dejar amedrentar por aquel obstáculo. Ya de pequeña debió abandonar su vida acomodada para trabajar y con esfuerzo conseguir el título que la habilitaba, por lo que de alguna forma estaba acostumbrada a que la vida se la haga difícil. Decidió escribir una nota a la Facultad de Ciencias Médicas, exponiendo las razones por las que debían aceptarla, entre ellas todos los conocimientos que detentaba. Y la admitieron finalmente, consiguiendo su título el 2 de julio de 1889, con 29 años. Así, daba su primer gran paso en la historia de nuestro país y toda Latinoamérica, siendo la primera mujer egresada de una universidad.
Tiempo de cambios
Desde hacía muy poco tiempo las mujeres comenzaban a ponerse en el foco de la escena, siendo por siglos obligadas a convertirse en decorado o arrojadas a serlo. Pero se podría marcar como un hito fundamental en la incorporación de las mujeres en el mundo profesional la llegada de las 67 docentes norteamericanas que contribuyeron a la creación de las Escuelas Normales de Sarmiento en todo el país.
Para las de clase media, convertirse en docentes a fines del siglo XIX les daba no sólo prestigio social, sino que las libraba del destino ineludible que la época tenía designado para ellas, es decir, seresposas y madres.
No es casual que tanto la Grierson como Elvira Rawson, Julieta Lanteri, Alicia Moreau, Carolina Muzzilli y Gabriela Lapérriere, otras mujeres médicas que se recibieron posteriormente y también rompieron el paradigma científico, se conformaron como maestras, docentes y también mujeres con un compromiso social y político. Todas ellas decidieron utilizar los puestos de privilegio a los que llegaron para abrazar la causa feminista. Las tesis de estas mujeres se relacionaban con “cuestiones de salud femenina”.
Por ejemplo, Grierson desarrolló “hístero-ovariotomías” y sus primeros estudios fueron sobre cirugías ginecológicas, Rawson estudió “apuntes sobre higiene de la mujer” y Moreau “La función endócrina del ovario”.
De esta forma, la relación entre ciencia, feminismo y educación fue conformando en el plano nacional.
Pero, a nivel internacional, madame Marie Curie se convirtió en otro exponente de este mismo ensamble, cuando ganó el Premio Nobel de Química en 1911 por sus investigaciones sobre la radioactividad. Esto dejaba en evidencia que, aunque hasta el momento se creía que no, las cienciastambién son para las mujeres.
Este mismo espíritu práctico -en su tesis doctoral afirma que su lema es “res non verba”, que en latín significa “hechos, no palabras”-, educador y feminista de la Grierson la llevó a crear en 1886 la Escuela de Enfermeras, que se convertiría posteriormente en la Asociación Médica Argentina. También fundó la Sociedad Argentina de Primeros Auxilios, que más tarde fue incorporada a la Cruz Roja Argentina donde fue miembro del consejo de gobierno, y la Asociación Obstétrica Nacional de Parteras.
También fue vocal de la comisión de sordomudos, secretaria del Patronato de la Infancia, inspectora del Asilo Nocturno y directora general de Hogares de Enfermeras e inspectora general de Escuelas de Enfermería y Especialidades Paramédicas de Cruz Roja Argentina.
Tuvo una participación muy importante durante la epidemia de cólera en 1886 en Buenos Aires. Además, fue una de las pioneras en kinesiología, publicando en 1897 el libro “Masaje práctico”.
Feminismo
Mientras realizaba su labor como educadora, médica, fundadora y miembra de organizaciones de la salud, luchó por los derechos de las mujeres de forma explícita e incansable. No es azaroso que haya sido la fundadora de la primera entidad de América Latina que formó a las mujeres para ser enfermeras, con un plan de estudios formal.
Como militante del Partido Socialista, participó del Congreso Internacional de Mujeres, realizado en 1899 en Londres, donde la eligieron vicepresidente. Un año después, fundó el Consejo Nacional de Mujeres de la República Argentina y más tarde la Escuela Técnica del Hogar. Creó, además, el Liceo Nacional de Señoritas, fue presidenta del primer congreso de la Sociedad de Universitarias Argentinas y formó parte del grupo fundador de la Sociedad Argentina de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social.
Junto a la Asociación de Mujeres Universitarias fue impulsora del Primer Congreso Feminista Internacional de Argentina, donde se trataron temas referidos a educación, a la legislación del trabajo femenino, el abandono de los hijos y el sufragio universal.
Cecilia se encontró viviendo un período de transición entre dos generaciones de mujeres. Unas, las docentes y benefactoras; las otras, quienes lucharon por ocupar los espacios socialmente reservados para los hombres.
Pese a las críticas, la activa médica fue una de las primeras feministas de su país, estudiando durante años el Código Civil, advirtiendo la diferencia de derechos entre hombres y mujeres y creando escuelas de economía doméstica a favor de la obtención de derechos civiles y políticos para la mujer -entre los que se encontraba el derecho al voto- pero llevando a la par a los más excluidos servicios sanitarios y formando salas de primeros auxilios en los barrios marginados. Una mujer comprometida con las injusticias sociales, tanto económicas como de género.
Con su grupo de militancia, conformado por Rawson, Lanteri, Moreau, Muzzilli, Sárraga, entre otras, propusieron reformas en el Código en pos de la adquisición de los primeros derechos civiles para lasmujeres. Por ejemplo, denunciaron que la mujer casada tenía los mismos derechos y estatus legal que los menores y plantearon la necesidad de que puedan disponer de sus propias ganancias, formar parte de asociaciones civiles o mercantiles y, por supuesto, votar.
Legado
Aunque trabajó toda su vida, al momento de su jubilación no le reconocieron todos los años de aporte que realizó, recibiendo así una modesta pensión que apenas le alcanzaba para vivir. Sus últimos días los pasó en la localidad de Los Cocos, en Córdoba. Falleció el 10 de abril de 1934 y fue enterrada en el Cementerio Británico de Buenos Aires.
Fue una mujer que vivió el cambio de milenio, aportando para la transformación de la concepción que la sociedad de su época había construido sobre lo que era ser mujer y, a la vez, vivenciando las primeras experiencias de las luchas obreras y comprendiendo el dolor, las necesidades y batallas que los trabajadores debían dirimir. Desde el feminismo, el socialismo y el higienismo, abogó por el acceso de todos y todas a la salud, la educación, el trabajo y la vivienda. Y por todo su trabajo obtuvo reconocimientos y homenajes en vida y post mortem, como ser que su retrato esté en el Salón de las Mujeres de la Casa Rosada o que este nuevo billete lleve su cara y su nombre.
Su historia de vida nos deja en claro que fue valiente y pudo construir un futuro muy diferente que el de la sociedad le tenía reservado en ese momento, por su género. Se metió en arenas masculinas y derribó tabúes a su paso, para no únicamente para su beneficio , sino sobre todo para el de todas las que venimos después.