Por Elisa Ridolfo
Pretender preparar a mujer para el parto y la maternidad, contiene unos cuantos engaños. Más allá de que consumamos talleres, cursos o diferentes aprendizajes, hay algo que ninguna de estas “preparaciones” puede abordar y eso es: lo desconocido. No podemos prepararnos para una zambullida en un universo literalmente ignorado y radicalmente diferente de las experiencias que atravesamos hasta el momento.
Muchas veces estos talleres y cursos están teñidos de un entusiasmo que establece una distancia abismal entre la fantasía de la maternidad y la realidad del niño recién nacido. Porque la presencia del bebé no se parece en nada a lo que imaginamos, supimos, pensamos y conjeturamos antes. Por lo tanto, si creemos que alguna “preparación” podría beneficiarnos, tal vez tendría que asemejarse más al contacto directo y cotidiano con otras madres con bebés, que puedan relatarnos sus experiencias y tener la capacidad intelectual y emocional para distinguir, dentro del discurso de la amiga lo que nos puede servir y lo que no. Por eso la importancia de las rondas entre mapadres.
Ahora, se viene una pregunta a mi mente: ¿Tenemos ganas las mujeres hoy de salir de este hechizo maravilloso de estar embarazadas y felices para que nos cuenten cosas desagradables? ¿Sabemos para qué tipo de parto nos estamos preparando?
En la mayoría de las “preparaciones” (sobre todo las que se encuentran dentro del sistema de salud) se conduce desde un paradigma que se llama intervencionista en donde el personal asistente -médicos, parteras, enfermeras, neonatólogos-, tienen un parto ideal. A ellos se les ocurrió que un parto rápido, sin que la mujer grite, moleste, llore ni hable, se parece mucho a un parto ideal, ya que reduce el estrés laboral. Punto. A partir de ahí todas las parturientas creemos que de eso se trata un parto ideal.
Aunque nos sintamos poderosas en muchos ámbitos, seguramente pasaremos en pocos minutos a sentirnos una cucaracha si somos amenazadas, colgadas, atadas de pies y manos y sobre todo si nos dicen que a nuestro hijo por nacer le puede pasar algo. Un gesto inentendible del médico, un “no me gusta nada”, son suficientes para toda la seguridad que habíamos pensado que teníamos y de repente somos el miedo en primera persona, irreconocibles, inoperantes, inseguras. Es lógico, porque estamos paralizadas y otorgamos el poder al sistema médico que nos mira con cara de “algo puede pasar”, incluso nadie sabe de que se trata ese “algo” pero morimos de miedo.
Y luego, una vez nacido el bebé, ese miedo nos sigue acompañando en la crianza. Dudamos de todo, no sabemos, perdemos el eje, perdemos la seguridad, creemos que cualquiera sabe más que nosotras. Nos convertimos en niñas asustadas. Y no nos dimos cuenta.
¿Cómo llegamos hasta acá? Fueron años, fue nuestra propia historia vivida, fueron las historias de nuestras madres y fue lo que aprendimos desde todos los ámbitos que nos rodearon.
Hoy te quiero decir que hay una sola verdad y esa verdad es tuya, te pertenece. No existe en otro lugar que no sea dentro tuyo. No hay método compatible con esa verdad. No hay curso, preparación ni formulas para decirte hacia donde hay que ir.
Buscarte puede ser la primer opción para comenzar a criar en consciencia, junto a una tribu, con una doula, como te guste, pero siempre empezando por dentro, porque necesitamos vernos para poder ver.