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Ni flores ni bombones: el 8M como expresión de lucha

Hoy, 8 de marzo, se celebra en todo el mundo el día de la mujer trabajadora. Pasaron 48 años del surgimiento de esta fecha pero los datos develan lo lejos que están la mujeres en materia de igualdad.

Por Manu Abuela

Otro año donde millones de mujeres e identidades feminizadas alrededor del mundo pararon y salieron a marchar hoy miércoles 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, fecha instaurada a partir del año 1975 por las Naciones Unidas para conmemorar la lucha que libran desde hace años por la igualdad de derechos.

Específicamente en Argentina, en esta fecha tan importante para las organizaciones y colectivos feministas, se pusieron de relieve las deudas que el Estado y este sistema capitalista y heteropatriarcal tiene con las mujeres, lesbianas, travestis y trans. Deudas relacionadas con el empleo informal, la segregación por género, la brecha salarial y las altas tasas de femicidios.

Orígen

Esta fecha, que no es de celebración sino de conmemoración, no surgió a raíz de un sólo hecho contundente sucedido un 8 de marzo en algún punto de la línea del tiempo, sino que es el resultado de casi 100 años de reclamos de los grupos feministas a favor de la igualdad laboral y económica entre hombres y mujeres.

La Revolución Industrial transformó el modo de producción, configuró nuevas estructuras y dinámicas sociales y, por supuesto, nuevas formas de trabajar, diferentes a las que el feudalismo proponía. Surgen así grupos sociales, entre ellos los proletarios, aquellos hombres, mujeres y hasta niños que debían trabajar en las fábricas en condiciones indignas para poder sobrevivir. Con el tiempo, este grupo decidió organizarse, creando sindicatos.

Flora Tristán (1803-1884) dijo una vez: “La mujer es la proletaria del proletario”, expresión que retrata a la perfección una realidad que aún hoy vivimos. Lo cierto es que, a los atropellos que vivían los hombres dentro de los centros productivos, a las mujeres se les sumaban el no poder votar, ni controlar cuentas en bancos, mucho menos formarse (el acceso a la educación no era igualitario), en un contexto donde su expectativa de vida menor, a causa de la violencia de género, tanto física, sexual como obstétrica.

Las injusticias que vivían en la vida cotidiana, tanto en sus hogares como en sus lugares de trabajo, llevaron a que las obreras textiles de Nueva York conocidas como garment workers” organizaran el 8 de marzo de 1857 una huelga, con el fin de exigir salarios más justos y mejores condiciones de trabajo. Esa manifestación les dio el impulso que necesitaban para poder crear su sindicato propio y, 15 años después, volver a llenar las calles de la ciudad. En esa ocasión, aquel 8 de marzo pero de 1908 marcharon casi 15 mil mujeres, agregando a los reclamos anteriores menores horas de trabajo, derecho al voto y prohibición del trabajo infantil.

El lema que estamparon las mujeres en esa manifestación fue “pan y rosas”. Y aquel día, en un incendio ocasional en la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist, murieron 129 mujeres, después de declararse en huelga y permanecer en el lugar de trabajo para que los dueños de la fábrica puedan acceder a concederles al menos algunos de los reclamos por los que estaban luchando. El foco del incendio fue una colilla de cigarrillos dentro de un balde de residuos de telas, arrojado unos minutos antes de que los jefes pidieran cerrar las puertas, lo que ocasionó que las trabajadoras no pudieran salir de allí.

En homenaje a estas mujeres caídas, durante la segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas,  se votó afirmativa la moción de Clara Zetkin de instalar algún día de marzo como el “Día de la Mujer”.

Algunos años después, pero en Rusia, las mujeres también se reunirían en un hito fundamental para la instauración de esta fecha. En 1917 salieron a las calles a protestar en contra de la primera gran guerra, que se había llevado la vida de más de 2 millones de soldados rusos. Con el lema “pan y paz”, y a pesar de las críticas sociales a la huelga, las mujeres se unieron para pedir mejores condiciones de vida y el cese del conflicto bélico. Esta manifestación tuvo como desenlace no sólo la caída del zar (que se vio obligado a abdicar) sino también el derecho al voto femenino, el cual se concedió por el gobierno provisional el 23 de febrero de ese mismo año del calendario juliano, lo que se traduce al 8 de marzo en el nuestro (gregoriano).

Otra perspectiva

El  2015 fue bisagra para las organizaciones sociales y feministas, ya que con se instauró el 3 de junio como el día de “Ni Una Menos” en contra de la violencia de género, otras fechas importantes para la reivindicación de derechos como el 25 de noviembre o el 8 de marzo recobraron fuerza y significado.

Hace siete años, antes de esa marcha multitudinaria que lo cambiaría todo, era común felicitar a las mujeres por su día y hacerles regalos, a modo de agasajos. Flores, bombones, cenas lujosas, salidas al cine y placas con frases como “la mujer es la mejor creación de Dios” eran moneda corriente.

Pero, gracias a las luchas de las colectivas de mujeres y disidencias, se logró comprender que el origen de este acontecimiento está lejos de tomar esta fecha como una celebración, sino que pone de relieve la importancia de que sea una jornada de huelga y lucha hacia la igualdad de derechos sociales y laborales, además de perseguir la erradicación de la violencia machista.

Brecha de género

Según la Organización Internacional del Trabajo, la brecha salarial por género llega casi al 30%, es decir, que por el mismo trabajo todavía los hombres perciben más dinero que las mujeres y disidencias. Esta entidad expresó, también, que les cuesta casi el doble de esfuerzos que a un hombre conseguir trabajo y, si lo hacen, hay más probabilidades de que sea informal, con todo lo que esto implica: sin obra social, sin aportes, sin seguridad de que continúe, sin garantías, ni mucho menos vacaciones. Y no nos olvidemos que, en muchos casos, tienen al hombro la responsabilidad (no compartida) de criar y sostener económica y amorosamente a hijos, padres u otros familiares.

Estos datos dejan entrever que la desigualdad es real, y no solamente una frase en una pancarta del 8M. Sino, reflexionemos: ¿Por qué dos tercios de las personas analfabetas del mundo son mujeres? ¿Por qué somos propietarias de sólo el 2% de las tierras del planeta?

La discriminación de las mujeres e identidades feminizadas en el mercado de trabajo se estructura desde dos pilares. El primero de ellos es la segregación ocupacional, que sostiene una demanda de empleo diferenciado por género, acompañado de una jerarquización desigual. No es casual la presencia de mujeres en el ámbito doméstico, en el educativo y en el de servicios sociales y de salud, evidenciando cómo dentro de las ramas económicas, se reproduce la división sexual del trabajo.

Esto quiere decir que los roles de género se reproducen también dentro del mercado laboral, dejando entrever que existen trabajos para hombres y para mujeres, como si éstas últimas estarían diseñadas genética o naturalmente para criar, cuidar, limpiar y maternar. Para que nos demos una idea, 3 de cada 10 obreros de industrias son mujeres, mientras que en profesiones como salud (específicamente enfermería) o educación esta cifra se revierte, siendo 7 de cada 10 las mujeres que los realizan.

El segundo pilar se relacionada con el apercibimiento diferenciado de salario. Es decir, por igual puesto y trabajo, las mujeres reciben un salario menor¿Por qué? Por nacer mujeres.

Así se construye, lenta y silenciosamente, un techo de cristal que funciona como una barrera invisible que estanca a la mujer  en la estructura laboral. No por nada sólo el 5% de las mujeres que trabajan en empresas e industrias tienen puestos de mando.

Así se construye, lenta y silenciosamente, un techo de cristal que funciona como una barrera invisible que estanca a la mujer en la estructura laboral. No por nada sólo el 5% de las mujeres que trabajan en empresas e industrias tienen puestos de mando.
Gracias a las luchas de las colectivas de mujeres y disidencias, se logró comprender que el origen de este acontecimiento está lejos de tomar esta fecha como una celebración, sino que pone de relieve la importancia de que sea una jornada de huelga y lucha hacia la igualdad de derechos sociales y laborales, además de perseguir la erradicación de la violencia machista.

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