A pesar de no poder hacer uso de la palabra, Roberto Albano manifestó lo que todos comentan y nadie se atreve a reclamar.
Por Quique de María
Un hecho con pocos precedentes en la región se suscitó en la sesión ordinaria del 13 de abril en el Concejo Municipal de Cañada de Gómez. Mientras se desarrollaba la misma, sin mayores contratiempos, un vecino rompió el protocolo que impide al público intercambiar opiniones con los ediles y a viva voz hizo reclamos sobre seguridad y convivencia ciudadana.
Los concejos deliberantes de la mayoría de las ciudades del país suelen transcurrir con poca presencia popular. Son cajas de resonacia de la ciudadanía pero, habitualmente, de manera indirecta. Si bien constituyen el órgano legislativo de cada ámbito local, sus decisiones afectan a todos pero a la mayoría le resulta fastidioso tener que seguir el proceso burocrático. En general cada normativa adquiere relevancia recién con la cosa legislada. Se discute, se critica o se rezonga cuando la medida ya es cosa reglamentada.
No es común ver en los concejos de ciudades con menos de cien mil habitantes, público durante las sesiones. Salvo de manera excepcional, la barra está vacía, o semi vacía. Durante el año legislativo suele poblarse el recinto cuando el tratamiento de una norma involucra a determinado sector. A manera de ejemplo: algo relacionado con la regulación del servivcio de taxis, medioambiente o el impulso de obras significativas. Es en ese tipo de contextos cuando suelen acudir vecinos y/o instituciones, entidades, organizaciones, entre otras. También sucede con actos protocolares como en la apertura del período ordinario, donde el/la intendente/a pronuncia el discurso protocolar, entonces las gradas explotan de simpatizantes del mandatario.
En el caso de Cañada de Gómez, hace muchos años que la misma intendenta, Stella Clérici, está a cargo del gobierno y, por otra parte, ha contado frecuentemente, tal como ocurre en la actualidad, con mayoría suficiente como para aprobar un gran porcentaje de las iniciativas de su administración. Esta particularidad contruibuye a que las deliberaciones en cuestión no tengan la permanente atención de la comunidad. Es probable que un proyecto pase por el Concejo, más como un trámite que como una cuestión de resolución incierta, sin la ansiedad lógica de los finalales abiertos. De hecho, desde las bancadas opositoras es común la chicana del “Concejo-escribanía”, más allá de ser algo consabido que su constitución sale de las urnas.
Hasta acá, una síntesis de la sustancia del funcionamiento frecuente de un Concejo municipal en general y del de Cañada de Gómez, en particular. Pero no puede esperarse que en la vida no haya excepciones, incluso, primeras veces. No estaríamos hablando de una cuestión social, sino de robótica.
Pasó lo que nunca pasa
El jueves 13 de abril transitaba la sesión en Cañada de Gómez por sus carriles usuales, en la parsimonia acostumbrada, a veces mixturada por algún debate o chicana respecto de tal o cual propuesta. Era el escenario habitual de los últimos tiempos en lo que a platea se refiere. Algunos pocos medios locales, también el exconcejal Franco Mazzoli (PRO), hoy líder de Fuerza Libertaria, acompañado de un par de su compañeras de su partido (Mazzoli lo dijo públicamente desde el primer momento en que cumplió su mandato: tiene intenciones de ser intendente). Hasta acá, el cuadro detallado, no llamaría la atención. El hecho de que haya habido una presencia extra, sí. No obstante, si bien es algo que puede notarse, eso no permite anticipar el desenlace de alguna alteración en cuanto al desarrollo orgánico de la institución. Que se trate de sesiones públicas es un requisito mínimo del estado de derecho. Que sólo puedan presenciarse sin intervenir es una cuestión reglamentaria, que un ciudadano decida peticionar interrumpiendo el debate -al margen de la normativa interna-, es una conducta legítima.
Durante el episodio, y porque las formalidades se lo exigen, el presidente del cuerpo, Marcelo Casalegno se vio en la obligación de hacerle saber al hombre que ese no era el momento, que el público puede presenciar las sesiones pero no interactuar en las mismas. No tenía otra alternativa que hacer esa observación, por mandato de la ley. Sin embargo, no hubo críticas ni reproche alguno, y mucho menos se pensó en tomar alguna medida a partir de la impronta de este ciudadano. Es evidente que desde todos los bloques se sabe que es necesario permitir que fluya un poco el gas, el que cada vez en mayor medida, levanta presión.
El suceso
Roberto Albano, estuvo sentado en silencio durante una parte importante de la sesión, hasta que en un momento dado, sorprendió a todos los presentes cuando, tras ponerse de pie comenzó a increpar a todos los ediles. A voz en cuello deslizó su reclamo por una serie de controles que no se llevan a cabo en la ciudad o que se hacen de manera deficiente. Fue una alocusión corta pero contundente, la que cerró del siguiente modo: “quiero saber si alguno de los concejales vive acá, o viven en otro lado… Porque parece ser que las motos con escape libre, la droga y otros problemas solo nos molestan a los vecinos”.
Desde El Impreso del Oeste, tuvimos la oportunidad de registrar esas palabras que se reflejarían ese mediodía en el noticiero regional “Punto de Noticias”. Luego de hacerse pública la intervención del vecino, mucha gente se comunicó con él para alentarlo. Albano explicó que le decían cosas como: “te felicito, dijiste lo que todos pensamos pero no decimos”.
En el marco de la tarea periodística, es frecuente el diálogo permanente con la gente y es moneda corriente y para nada sorprendente que expresen mucho más y con mayor vehemencia “en off” que frente a una cámara o micrófono. Es constante el hecho de escuchar, ante diferentes disconformidades, comentarios de este tipo: “no, decilo vos, yo te cuento pero para que vos lo digas”. ¿Las razones que expresan?: “si hablo, después me van a tirar la bronca”, “quedo yo pintado, y si mañana tengo que ir a pedir algo…”
Dentro de las causas de esa dificultad para hacer pública una denuncia, crítica y/o petición, también se incluye el legítimo pudor que a veces surge ante la posibilidad de expresarse ante una cámara o, inclusive, por la sola posibilidad de ver luego su nombre o su rostro en la página de un diario, revista o sitio web. Pero si hacemos el ejercicio de estirar la línea de tiempo y el ámbito geográfico, en muchos lugares de la provincia, y también del país, nunca, desde la recuperación de la democracia en 1983 logró desterrarse el temor de muchos ciudadanos a manifestarse en en público en contra de los funcionarios en general.
La pelota en cancha vecina
El lunes 17 de marzo este medio se contactó con Albano quien expresó lo siguiente: “A partir de mi aparición pública, la gente me pide que organicemos un debate con las autoridades o algo pero que no quede en esto”.
Con el paso de los días una gran cantidad de cañadenses fue manifestándole sobre lo ocurrido. Albano dijo que hubo “muchas expresiones de afecto, de apoyo. Me felicitan. Otros vienen a hablarme para armar un grupo de protesta. Pero yo fui espontáneo, fui por una cuestión mía y estoy muy agradecido con la gente que me alentó con llamadas tetefónicas y mensajes, pero nunca pensé que iba a tener tanta repercusión”.
Como ya puntualizamos, en diferentes momentos de la historia vernácula reciente, muchas inquietudes de la ciudadanía se vieron reflejadas en acciones de distinta índole para luego comenzar a diluirse hasta apagarse. A su vez, también caracterizamos desde la primera parte de esta columna: a veces pasa lo que nunca había pasado. Como ahora, cuando un vecino sacó al Concejo Deliberante cañadense de su rutina.