A 76 años de la promulgación de la Ley 13.010 de voto femenino, recorremos la historia de algunas de las mujeres que lucharon para alcanzar ese derecho político fundamental
Por Manu Abuela
Pocos son los hitos argentinos fundamentales para la lucha por la conquista de los derechos de las mujeres y disidencias de este territorio. El 23 de septiembre es uno de ellos, donde se conmemora desde 1997 el “Día del voto femenino”.
Si bien hasta las elecciones de 1951 no pudieron poner en ejercicio ese nuevo derecho, lo cierto es que durante esos años, las mujeres -especialmente las del Partido Peronista Femenino- comenzaron un largo proceso de empadronamiento de alrededor de más de cuatro millones de nuevas electoras, representando la mitad del padrón.
Para realizar esta empresa, las delegadas censistas de todas las provincias del país tomaron como referencia el censo de 1947 -año que se sancionó la ley- identificando al número de mujeres al que les debían dar su libreta cívica, que hasta el momento no tenían.
Aunque se constituyó como un proceso jurídico y administrativo engorroso, esto no detuvo a las centenares de mujeres organizadas por la efectivización de ese derecho otorgado por ley.
Tras esos cuatro años, aquellas mujeres organizaron la plataforma electoral femenina y promovieron una campaña de la “pedagogía del voto” sumamente exitosa, ya que en aquella elección presidencial de 1951 -que dejó como ganador reelecto a Juan Domingo Perón- de 4.222.467 mujeres que figuraban en el padrón, asistió a votar más del 90% y 133 mujeres fueron elegidas por el pueblo para ocupar distintas bancas.
Ellas
Si pensamos en voto femenino, la figura de Eva Duarte es la primera que se nos viene a la cabeza -no por nada esta ley es conocida popularmente como Ley Evita-. A través de la conducción del Partido Peronista Femenino, organizó el armado de todo el padrón de mujeres.
Pero, previamente a la sanción, en los discursos de la primera dama se pronunciaban ideas claras acerca de la aptitud mental de la mujer para poder votar, de su aspiración a anhelos colectivos y personales de liberación, sosteniendo que la mujer piensa, que no debe estar atada al hogar ni asentir a todo lo que dice el marido.
Una de las imágenes icónicas para graficar aquel 23 de septiembre de 1947 es su presencia en el balcón presidencial, esbozando a viva voz:
Aunque fue una lucha que materializó el gobierno peronista, lo cierto es que anteriormente mujeres de otros sectores políticos también contribuyeron a poner en el escenario social y político la necesidad de votar y ser votadas, como un ejercicio de la democracia plena y de la igualdad de derechos entre los sexos.
Específicamente, estamos hablando de las sufragistas Julieta Lanteri, Cecilia Grierson -de quien hablamos como “La mujer del billete” en ediciones pasadas de El impreso del Oeste-, Elvira Rawson y Alicia Moreau, mujeres que desde antes de la sanción de la ley Sáenz Peña en 1912 de voto secreto, obligatorio y “universal” expresaron que en esa categoría faltábamos nosotras.
La primera
Giulia Maddalena Angela Lanteri -nacida en Italia en 1873 y llegada a sus seis años a nuestro país-, más conocida como Julieta Lanteri fue una médica y precursora de los derechos de las mujeres que en las elecciones municipales de Buenos Aires en 1911 votó por primera vez, convirtiéndose en la primera mujer de Argentina en hacerlo.
Desde temprana edad no dejó que las desigualdades entre los géneros le prohíban alcanzar sus objetivos. Fue la primera mujer en recibirse del Colegio Nacional de La Plata y una de las cinco primeras en recibirse de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Buenos Aires.
Tras organizar en mayo de 1910 el Congreso Femenino Internacional en la ciudad capital -donde se abordaron temas referidos a los derechos civiles y políticos de las mujeres, el acceso a la educación y hasta del divorcio- sintió la necesidad un año después de presentar sus datos ante las autoridades municipales para empadronarse.
Y, avalada por el fallo de un juez que expresó que “tengo el deber de declarar que su derecho a la ciudadanía está consagrado por la Constitución y, en consecuencia, que la mujer goza en principio de los mismos derechos políticos que las leyes”, diarios de la época como La Prensa fueron a cubrir su votación el 26 de noviembre, en el atrio de la parroquia San Juan Evangelista de La Boca. De esta forma, se convirtió en la primera mujer en votar en Argentina.
Atentos a que no vuelva a ocurrir lo mismo, para las elecciones siguientes el Concejo Deliberante porteño sancionó una ordenanza donde especificaba que el empadronamiento se basaba en el registro del servicio militar, dejándola afuera.
La dueña de la popular frase feminista “Nadie nos regalará nada” no terminó su lucha en el primer “no” que recibió, sino todo lo contrario. De hecho, en abril de 1919, siendo la secretaria del Partido Feminista Nacional, lanzó su candidatura como diputada. Entre sus propuestas se encontraban la licencia por maternidad en el trabajo y subsidios por hijo, la prohibición de la prostitución, la protección de los huérfanos, abolición de la pena de muerte, divorcio y el sufragio universal de los dos sexos -como no podía faltar-.
En las elecciones realizadas ese año obtuvo 1.730 votos de un total de más de 154 mil. Nada mal, entendiendo que sus votantes era hombres.
Continuó entre la política y la medicina hasta durante el golpe de Uriburu -el primero de los seis Estados de facto que sufrió Argentina-. Pero la tarde del 23 de febrero de 1932 fue atropellada por un auto manejado por un miembro de la Legión Cívica que se subió marcha atrás en la vereda de la Diagonal Norte y Suipacha. Este “accidente” le quitó la vida, tras agonizar dos días en el Hospital Rawson, a los 59 años.
La doctora de la revolución
Elvira del Carmen Rawson Guiñazú, conocida como Elvira Rawson, nació en Junín en 1867 y fue la segunda mujer en recibirse de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires -la primera fue Cecilia Grierson-. Miembra fundamental de la Unión Cívica Radical, es considerada una luchadora incansable en la igualdad de derechos entre hombres y mujeres.
Uno de los hitos más importantes en su historia de lucha se remonta a la Revolución del Parque, donde siendo estudiante montó un campamento de atención a los heridos junto con sus compañeros, lo que la llevó a formar parte de las filas del partido que contribuyó a forjar.
La forjadora del lema “Ningún problema social puede ser indiferente a la mujer”, participó al igual que el resto de las mujeres que hoy conmemoramos del Primer Congreso Internacional de Mujeres que se realizó en Buenos Aires en 1910 y co-fundó nueve años más tarde, la Asociación de Derechos de la Mujer, desde la cual se exigía la igualdad salarial y el derecho al voto, junto con Adelina Di Carlo, Emma Day y Alfonsina Storni entre otras, llegando a reunir a once mil afiliadas.
Se alió con Alicia Moreau de Justo, quien presidía la Unión Feminista Nacional -otra organización feminista del país- y juntas lucharon por el derecho del voto femenino. Organizaron una votación paralela de mujeres en las elecciones legislativas de 1920.
Otro trabajo importante en materia feminista fue la organización del tercer Congreso Internacional Femenino en 1928. Entre otras cuestiones, en esa oportunidad esbozó que “queremos todos los derechos políticos debiendo tanto ser electoras como elegidas, porque desde que pagamos impuestos, trabajamos por el progreso del país y somos responsables ante las leyes, debemos poder legislar en todo lo que atañe a la grandeza de nuestra patria”.
Falleció a los 87 años y fue sepultada en el cementerio de la Recoleta.
La centenaria
Alicia Moreau nació en Londres en 1885, hija de Armand Moreau, un revolucionario anarquista francés que participó en la Comuna de París en 1871 y debió exiliarse. A sus cinco años, arribó a Argentina para quedarse.
Defensora de la democracia y trasgresora de su época, abrazó con fuerza y convicción la causa socialista desde temprana edad, decidida a enfrentarse a desigualdades sociales y darles batalla. Es por ello que en 1920 se afilió al Partido Socialista y años después se casó con Juan B. Justo, su líder.
Se recibió de médica en 1914, siendo una de las primeras en hacerlo, y se especializó en la salud femenina. Luego, se convirtió en una de las primeras mujeres en ser docentes de dicha casa de estudios.
Justo el mismo año que inició la Primera Guerra Mundial, donde se puso al frente del movimiento pacifista. Publicó un artículo que decía, entre otras cuestiones:
Pero si algo debemos atribuirle a esta gran mujer, que se autodefinió como luchadora, progresista y feminista, es que fue una de las pioneras en la lucha por el voto femenino. Fundó asociaciones feministas y organizó congresos, plenarios y asambleas para problematizar acerca de los derechos de la mujeres trabajadoras.
De hecho, en 1932 redactó un proyecto de ley de sufragio femenino, que el diputado socialista Mario Bravo llevó al Congreso y, tras ser aprobado en Diputados, no tuvo aprobación en Senadores -un recinto conservador-.
También explotó su faceta periodística, trabajando en el diario La Vanguardia, difusor del movimiento político del que formaba parte y donde dejó evidencia de sus pensamientos en infinidades de manifiestos y escritos.
Llegó a cumplir 100 años, muriendo el 12 de mayo de 1986. En una de las últimas entrevistas, admitió que en su epitafio le gustaría que dijera: “Aquí yace una gran luchadora contra molinos de viento”.