Los chalets son un icono arquitectónico en Las Rosas
Por Pablo Amadei
Un par de casas iguales frente a la plaza principal de Las Rosas, llaman la atención de los visitantes ocasionales. Como la Torre Eiffel de París o la Torre Inclinada en Pisa, si existieran las postales de Las Rosas, -esas que los viajeros mandaban a familiares y amigos para indicar en qué lugar del mundo estaban-, no podría faltar una con estas emblemáticas casas.
Sin embargo, los rosenses suelen prestarle poca atención por ser parte del paisaje urbano, y simplemente las llaman “los chalets de Rovetto”, en alusión a la familia que los hizo construir a fines de 1920. No hay dudas de que estas casas casi centenarias, en pleno centro de la ciudad, a 100 metros de la Jefatura de Policía o 50 metros de la parroquia Santa Rosa de Lima, son todo un icono arquitectónico de la cabecera del departamento Belgrano.
Su estilo rompe con el del resto de las viviendas de la ciudad porque no hay ninguna que se le asemeje. “Son casas fastuosas y en la ciudad no había ese tipo de casas. Si las ubicas en bulevar Oroño en Rosario en donde había gente de mucha plata, no llamarían tanto la atención”, reconoció Celina Rovetto, nieta de los primeros dueños de las casas y quien las habitó durante su adolescencia.
“En esa época se usaba el eclecticismo arquitectónico, el cliente decía me gusta esta columna, me gusta esta moldura, este adorno. Iban poniendo y quedaba todo medio mezclado. La casa es totalmente ecléctica, aunque parezca un castillo nórdico. Tiene cosas renacentistas y de art noveau”, describió Celina a El Impreso del Oeste.
El comienzo de la historia
“La historia de los chalets es la historia de la familia Rovetto”, afirmó el historiador local Ernesto Ponzano. Las casas pertenecieron inicialmente a Lorenzo y Esteban Rovetto, dos hermanos que estaban casados con las hermanas Inés y María Perassi, respectivamente. Habían llegado con sus padres de Italia y originalmente se afincaron en Clarke. Esteban fue el primero que llegó a Las Rosas y luego lo siguió Lorenzo, a mediados de la década de 1910. Se dedicaban a la venta de hacienda y a la administración de campos. Incluso llegaron a tener un criadero de pejerrey y nutrias, transformándose en los mayores productores de la provincia.
Premio millonario
La historia cuenta que ambos ganaron en la lotería un premio millonario con el que construirían los dos chalets. “Mi mamá contaba que mi abuelo estaba sentado en el banco de la plaza con el número de lotería adentro del sombrero mirando el terreno de enfrente y esperando el resultado de la lotería en la radio”, recordó Celina.
Mientras se construían las casas, que se hicieron en apenas siete meses, los hermanos Rovetto se fueron a pasear a Europa de tal manera que al regresar tenían su hogar para estrenar.
Las viviendas impactan no solo por el diseño, sino por el lujo con el que fueron construidas. Tienen dos pisos, un entrepiso y un sótano que es casi una casa más, utilizado en aquellos años como bodega de vinos y almacenaje de alimentos.
“Los chalets se terminaron de construir en 1929. Lo materiales llegaban en el barco, y luego en tren hasta Las Rosas y eran de primerísima calidad”, contó Ponzano. Entre ellos se pueden destacar un par de lámparas de Murano y mármol de Carrara para el ingreso.
Hay que tener en cuenta que poseían calefacción central a base de carbón de coque. Incluso, las casas tenían espacio para una caballeriza y hasta una fuente con pescaditos de colores. Una de las casas tiene un ascensor ingles que va del sótano al primer piso porque la suegra de los Rovetto, quien había quedado viuda y vivía con ellos, no podía subir las escaleras.
Ponzano recordó que en aquellos años “Las Rosas era un centro regional. Tenía Hospital, Banco Nación, Jefatura. Tenía lo que no tenían los otros pueblos. En ese entonces tenía jurisdicción sobre Los Cardos y María Susana. Se armaban lo que hoy llamaríamos tours con gente que venía a hacer compras a Las Rosas. Además, el pueblo estaba conectado por tren a Córdoba, San Francisco y Rosario”.
Si las casas impactan hoy en día, hay que imaginar lo que pasaba hace casi cien años, cuando aquel pueblo de calles de tierra estaba en su génesis.
María Esther Minotti es hija de Teresa Perassi, una de las hermanas de las esposas de los Rovetto y siempre vivió a media cuadra de los chalets. Todavía recuerda aquellos años de infancia donde iba a visitar a la abuela Margarita Perassi, que vivía en una de las casas, en la del matrimonio de Lorenzo e Inés. “Nos íbamos después de cenar con mi mamá a visitar a mi abuela”. Eran noches de oscuridad casi que absoluta, con apenas un lúgubre foco en cada esquina para orientar al caminante más que para alumbrar. “Las casas no estaban iluminadas por afuera, así que entrabamos casi que a oscuras”, recordó.
Los constructores
La construcción fue encargada a los hermanos Basilio, José y Luis Bortolussi. Los tres habían llegado del norte de Italia en la década de 1910 y formaron una sociedad constructora que edificó decenas de casas en Las Rosas, así como el Colegio Sagrado Corazón de Jesús, el Centro de Acción Familiar Nª 8 o la ampliación de la parroquia, entre otros. “Ellos eran autodidactas, una especie de maestro de obras”, describió Carlos Bortolussi, arquitecto y nieto de Basilio.
“Los Rovetto les encargaron el trabajo. Supongo que deben haber tenido alguna idea del tipo de casa que querían. En aquella época generalmente se usaba un tipo de revista con diferentes fotos de casas modelo, les mostraban a los clientes y de acuerdo al gusto de las personas se construía”, agregó.
Bortolussi destacó que “se construía con otros conceptos, se apuntaba más a lo visual que a lo funcional. La arquitectura responde a la forma de vida de la gente, como cambió la forma de vida, también cambiaron los criterios de construir”.
Arquitectura artesanal
Sobre el proceso de construcción, eran épocas donde había mucho de artesanal desde el comienzo de los trabajos. “Los planos de las casas los hicieron ellos. Se usaba tela engomada y se dibujaba todo manual con tinta china y plumines. Los planos eran en sí mismo una obra de arte. Se dibujaba todo porque después se hacían los moldes”, aseguró el nieto del constructor.
Bortolussi aseguró que las casas están hechas con una ”edificación tradicional de ladrillo. Las molduras se fabricaban y se colocaban. No había nada especial, simplemente la habilidad de la gente que trabajaba. Los chalets no son iguales, tienen algunas diferencias, vos los miras y te parecen iguales. Son parecidos. Tienen el mismo estilo, pero si te fijas en los planos se nota la diferencia. Mucho de lo instalado como artefactos y cerámicos se trajeron de Europa porque en esa época acá no se fabricaba nada”, manifestó Bortolussi.
“La empresa tenía todo, se hacía llave en mano, entregaban la casa terminada porque cubría todos los rubros. Ellos tenían 73 empleados, la mayoría eran italianos”, agregó. En este sentido, Celina Rovetto coincide con la gran cantidad de gente que participó en la obra y asegura haber visto fotografías “de por lo menos 50 personas trabajando en la pérgola de afuera”.
Los chalets hoy
Ambas casas tuvieron muy pocos dueños. Una de ellas perteneció siempre a la familia Rovetto y estuvo ocupada hasta 2015. “Yo tengo naturalizado haber vivido ahí, me llama la atención realmente que a la gente le llame la atención. Me sorprendo porque para mí era natural vivir ahí. El nombre castillo como algunos la denominan me sorprende porque para mí era fue simplemente mi casa”, aseguró la mujer.
En la actualidad hay un cartel en la reja del frente de una de las casas que indica que está a la venta. En alguna oportunidad estuvo cerca de ser comprada por la Municipalidad, aunque finalmente no prosperó. No son pocas las voces que piden que la construcción sea declarada patrimonio histórico dado el valor arquitectónico que tienen.
La otra casa, en la que vivía Esteban con su esposa, fue vendida cuando ambos fallecieron a la familia Dutto a fines de los ‘70. Si bien no falta quien habitualmente les toque el timbre pidiendo permiso para conocerla por dentro o para alguna fotografía, desde hace un par de años la familia tomó la decisión de resguardar su intimidad por lo que los ocasionales visitantes solo pueden retratarla desde la puerta de ingreso.
De mitos y leyendas
La existencia de los chalets está rodeada de una serie de mitos y leyendas urbanas, todos ellos de origen difuso y desmentidos oportunamente. Para empezar, es absolutamente falsa la existencia de un túnel secreto que comunica ambas casas. Es más, la comunicación existe, pero a través de un altillo las construcciones poseen y lejos de todo oscurantismo. “Hay un subir por las escaleras y llegás a un pasillito que no tiene ni baranda y pasas de una casa a la otra, pero no es nada secreto”, aclaró Celina.
También es falsa la leyenda que indica que hay un túnel de unos 150 metros que conecta el Colegio Sagrado Corazón pasando por debajo de los chalets hasta llegar a el edificio de la iglesia. Incluso, hay quienes aseguraban que una boca de entrada o salida de dicho túnel estaba en una de las fuentes, hoy inutilizada, del patio de la una de las casas. Sobre esta leyenda, nada se sabe del autor o de su origen, pero casi todos la han escuchado en algún que otro asado de amigos o reuniones sociales.
Sobre la presencia del fantasma de un obrero fallecido en la construcción, parece ser más fruto de alguna broma adolescente para asustar, que algo con algún rasgo cercano a la realidad. Sergio Dutto, quien vive ahí desde hace más de 30 años, no puede menos que reírse ante tales afirmaciones, mientras que Celina afirmó: “Sé que hay gente que ve las casas como tétricas y yo no las veo así. Yo de chiquita andaba en el patio de noche y nunca me asustó estar ahí y sé que hay gente que le asustaría hasta ir de día”.