Por Elisa Ridolfo
A diario, recibo consultas sobre berrinches y límites en niños y niñas, pero nadie me pregunta sobre qué es lo que sucede a nivel cerebral. Y es que la clave está allí: para poder comprender por qué acontecen, es necesario conocer cuál es su estructura cerebral. Esto nos permitirá actuar de la mejor manera.
Pensemos, un niño de 3 años ¿Puede comprender como un adulto todo lo que se le dice? ¿Entiende los chistes, la ironía y las bromas? ¿Entiende sobre tiempos y metáforas? ¿Tiene sentido que lo mande a la pieza a pensar? ¿Puede anticipar que si golpea, lastima?
Cerebro triuno
Es un concepto que pertenece a la teoría de Paul Maclean (1960) que plantea que los seres humanos tenemos tres cerebros que conforman uno. Ellos son el reptiliano, el límbico y el neocortex.
El primero, el cerebro reptiliano, es el propio de los reptiles. Involucra el cerebelo y el tronco encefálico y es el que asegura la supervivencia del individuo y de la especie. Tiene que ver con el instinto, la temperatura corporal, el comer, el beber, el tener sexo. Se relaciona con la acción-reacción.
El segundo el cerebro límbico, propio de los mamíferos (hipotálamo). Tiene que ver con los sentimientos, las emociones, el amor, odio, dolor, gozo, compasión, alegría, tristeza. Influye en nuestra personalidad y conducta y posee la capacidad de guardar en la memoria lo que siente.
Por último, el neocortex es el que se constituyó conforme a nuestra evolución como especie, por eso es exclusivo de los seres humanos. Tiene que ver con el pensamiento abstracto y creativo, con el análisis crítico, la consciencia, la anticipación, planificación, la lógica, la razón y el lenguaje. Controla las emociones y las capacidades cognitivas.
Podemos pensar que en nuestra cabeza conviven una iguana, un caballo y un humano que deben ponerse o no de acuerdo frente a cada situación que atravesamos ¿Te resulta complejo? Imaginate para un bebé. Como no resulta para nada sencilla, esta convivencia requiere de un desarrollo y años para terminar de constituirse por completo.
Los seres humanos somos los únicos mamíferos que nacemos a medio terminar, necesitamos meses para lograr movernos independientemente, rolar, sentarnos, gatear, caminar y nuestro cerebro necesita tiempo para desarrollarse completamente, específicamente hasta los 13 años de vida lo estamos nutriendo.
Por eso los bebés nos necesitan full time, no es un capricho de ellos. Esa dependencia es una necesidad fisiológica y vital.
Teoría de la mente
Sabemos hoy con mucho sustento científico que a partir de los cuatro años y medio o cinco, el niño y la niña comienzan a desarrollar la teoría de la mente, que es la habilidad que tenemos los humanos para atribuir estados mentales en otras personas. Nos ayuda a entender cuando alguien me está mintiendo, o bromeando o que hay implícita una doble intención, o hasta construir empatía.
Este constructo teórico nos permite comprender que hay diferentes perspectivas para ver las cosas y que lo que el otro capta puede ser otra cosa diferente a lo que percibo yo. Para graficar, cuando un adulto exclama “¡Que hermoso gordito, unas ganas de comerle esos cachetes!”, el pequeño puede responder: “No quiero ir con él mamá, ¡me quiere comer los cachetes!”. Claramente, en este ejemplo no se desarrolló en el niño la teoría de la mente, dejando entrever un pensamiento literal.
Pensando en el otro
Imaginate esta escena: Una niña de cinco años está mirando la película El Rey León con su mamá y en el momento en el que Rafiki eleva al cachorro y lo muestra a las manadas, la pequeña le expresa a su mamá el miedo de que ese mono tire al precipicio a Simba. La madre le explica que lo que en realidad está sucediendo, pero la niña exclama: “¿Y le avisaron que no lo van a tirar? ¡debe estar muy asustado!”
Ella pudo ponerse en el lugar del león bebé, pensando que podía tener miedo frente a esa situación. Eso evidencia que comenzó a establecerse en ella la teoría de la mente, la cual es clave para nuestra comprensión de los demás y para el desarrollo de nuestras habilidades sociales.
Toda esta información es el preludio para el desarrollo del próximo tema, y el más consultado: “los límites y los berrinches”.
¿Podemos comenzar a corrernos de la mirada adultocentrista y dejar de pretender que el niño comprenda, reaccione, acate, se anticipe a su reacción y sea empático? No se debe exigir a un niño reacciones que no son esperables para su desarrollo. Irrumpir abruptamente su fisiología le generará más frustración, porque no puede complacer las expectativas del adulto.
Para que puedas poner en práctica la información y repensarte, te brindo unas sugerencias. La primera, siempre anticipar todo lo que va a suceder, ya sea feo o lindo. Si no llegaste a hacerlo y la situación te sobrepasó, siempre puedes pedir disculpas.
Por último, en necesaria la validación de sus emociones. Esto podrá ayudarle a entender qué sucede y fortalecerá su autoestima, porque entiende que creés en él.
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