La escritora se presentará en Cañada de Gómez el próximo jueves 23 de junio en la Biblioteca Popular “Bernardino Rivadavia” a las 19.
Por Aldo Marengo
Próxima a su visita a la capital del departamento Iriondo, El Impreso del Oeste dialogó con la escritora Selva Almada, quien es hoy considerada una de las autoras más importantes de Argentina y América Latina.
Respecto a la cita fijada, Almada aseguró que “la idea no es dar una conferencia sino mantener una charla amistosa con la gente que se acerque a preguntar cosas de los libros, de las lecturas, de la escritura, ya que estos encuentros me ponen muy contenta porque me ayudan a abrir el panorama.”
Almada nació en la ciudad de Villa Elisa, Entre Ríos, en 1973 y vivió allí hasta los 17 años. En 1991 se trasladó a Paraná, donde estudió comunicación social, carrera que abandonó para iniciar el profesorado de Literatura en el Instituto de Enseñanza Superior de Paraná, al tiempo que dio forma a sus primeras producciones literarias que la llevaron a mudarse a Buenos Aires. En la capital federal, participó durante muchos años del taller del escritor Alberto Laiseca, a quien considera su maestro.
Escribió los cuentos “Niños” (2005), “Una chica de provincia” (2007), “El desapego es una manera de querernos” (2015),” Los Inocentes” (2020) y “Poemas en Mal de Muñecas” (2003). En 2017 publicó “El mono en el remolino”, una crónica sobre la filmación de Zama, de la directora Lucrecia Martel.
“El Viento que arrasa”, su primera novela, le permitió ganar un reconocimiento nacional y en 2019 ganó el First Book Award, en la Feria Internacional del Libro de Edimburgo.
La marca heteropatriarcal
En esa suerte de trilogía de “los varones” que constituyen sus novelas “El viento que arrasa” (2012), “Ladrilleros” (2013) y “No es un río” (2020,) los protagonistas son hombres y sus vínculos están dotados de una complejidad que los retrata seguros, fuertes, feroces (como suele ser la autopercepción varonil). Pero a la vez son vulnerables, con sus dudas, flaquezas, contradicciones (como los son/somos en realidad).
Sus historias transcurren en paisajes del interior. En las dos primeras, la aridez y el calor afiebran los cuerpos y las tensiones entre ellos desencadenan hechos violentos. También se transpiran, allí, pasiones y venganzas.
En la última, las aguas del río, el monte, sus ruidos, sus cantos, parecieran contagiar paz en sus habitantes. Pero, en ese entorno, aparecen también las historias de amor, locura y muerte, a lo Horacio Quiroga.
“Si bien son historias de ficción las que cuento, fueron inspiradas en relatos reales o en personajes o situaciones fácilmente reconocibles para quienes nacimos y crecimos en pueblos del interior”, confesó la escritora.
“Ladrilleros, por ejemplo, parte de una anécdota que me contaron en Villa Angela (Chaco), en una sobremesa. El relato transcurre en ese paisaje desolado y desolador en el que dos jóvenes amigos tienen una pelea a cuchillo en un parque de diversiones. Este episodio me resultó atractivo como disparador de una historia”, ejemplificó.
En relación a esta obra, desde las primeras páginas sabemos que la tragedia sucede. La novela inicia con el final de la historia, en un parque de diversiones donde Pájaro Tamai y Marciano Miranda yacen agonizando producto de sus heridas. Ambos comienzan a recordar la historia de la rivalidad entre sus familias, que se había iniciado con sus padres, ladrilleros ambos.
Sin duda una trama de la literatura universal, pero que en esta ocasión se desarrolla en un entorno machista, donde los enamorados situados en el centro del conflicto son una pareja conformada por dos hombres.
Por otra parte, en la literatura de Selva Almada hay una algarabía producto de la mezcla “discepoliana” de las comparsas y las procesiones. Al respecto, la escritora expresó que “en los pueblos del interior se suele hacer una exaltación de lo festivo (la llegada de un circo o un carnaval) y de lo religioso, que impregna todas las costumbres. Las dos imágenes son muy gráficas de lo que aquí ocurre, donde las iglesias, especialmente la Católica y desde los últimos diez o veinte años, las evangélicas, tienen una gran presencia en sus vidas”.
Chicas muertas
Mucho antes de que la ola verde de 2018 generara una producción masiva de textos y literatura feminista, Selva Almada publicó en 2014 su no ficción titulada “Chicas muertas”.
Sobre la génesis de este libro, explicó que “se trató de una investigación periodística sobre tres casos de femicidios ocurridos en tres pueblos del interior en los ´80 que tienen en común que las víctimas son muy jóvenes y cuyos casos quedaron impunes, sin resolver”.
Se refiere a los casos de Andrea Danne, de 19 años, asesinada en su casa en San José, Entre Ríos, el 16 de noviembre de 1986. También el de María Luisa Quevedo, de 15, asesinada el 8 de diciembre de 1983 en la ciudad de Presidencia Roque Sáenz Peña, Chaco. Y al de Sarita Mundín, de 20 años, desaparecida el 12 de marzo de 1988, cuyos restos aparecieron el 29 de diciembre de ese año, a orillas del río Ctalamochita, en la ciudad de Villa Nueva, en la provincia de Córdoba.
“Utilicé las herramientas del trabajo de campo periodístico. Realicé entrevistas, fui a los archivos de los diarios de cada lugar para ver cómo habían seguido las noticias y en cada juzgado pude leer los expedientes”, explicó Almada con respecto al proceso de creación de esta obra.
Además, resaltó que “lo distintivo, la vuelta de tuerca que encontré para escribir el libro, fue que la escritura es muy narrativa, muy literaria. No hay ninguna parte novelada, salvo algunas recreaciones de situaciones o detalles a partir de relatos de familiares o testigos que conocieron a las víctimas. Al empezar a escribir el libro me costó encontrar el tono, pero por suerte lo pude hablar bastante con mi editora que me mostró que la narración encontraba más convicción cuando abandonaba el formato periodístico y se tornaba literario”.
La autora también reveló que “empezaron a aparecer relatos autobiográficos, porque la elección de los casos tuvo que ver con el primero, el caso de Andrea, que sucedió en un pueblo cercano al mío. Además, los otros también habían ocurrido en los ´80 cuando yo misma era una adolescente de pueblo”.
Entonces, en la obra “empezaron a aparecer pequeñas circunstancias de violencia de género que, si bien no tienen la ferocidad de un femicidio, sí dan cuenta de casos muy cotidianos que a todas las mujeres nos pasó alguna vez. Pienso que por ese motivo cualquier lectora se siente identificada con las historias que se cuentan, aunque nunca hayan sufrido violencia extrema”.
Salvaje Federal
Hija del interior, que creció como persona y escritora consciente de las tensiones entre lo central y lo periférico, Almada habló acerca de otro proyecto al que le dedica especial atención. Durante la pandemia abrió con amigas y socias una librería virtual llamada Salvaje Federal que, según expresa su web oficial, “quiere contribuir a la circulación de literatura escrita y editada en las provincias y acercarla a lectores y lectoras de todo el país, ser una posta breve desde la cual partan a distintas ciudades del país, al encuentro con ellos”.
“Siempre estamos pensando desde la librería en cómo colaborar con el desarrollo de la literatura de provincias”, aseguró. Con ese influjo, crearon el Festival Salvaje, cuya edición Fluvial se concretará los días 25 y 26 de junio en las ciudades de Rosario y Casilda. La organización se propone generar un espacio de intercambio entre escritores, editores y libreros de la región que participarán de mesas de diálogo, lecturas en vivo y de la feria de editoriales. “Queremos que se repita en otras regiones del país, tal como están ordenadas en la web de la librería”, sentenció.